Capítulo 22

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Jack:

Salí de allí. Volé al norte como había mencionado. Quedándome un rato en el bosque que siempre había estado congelado. Caminé entre los pinos gruñendo entre dientes. La había be- .

Me acerqué a ella. Demasiado.

Ahora no sé como acercarme otra vez. O como mirarla a los ojos sin ponerme nervioso. Llegué a un sector lleno de geiseres. No activos pero liberaban vapor. Me acerqué a uno no por tener frío, para distraerme y relajarme con esa temperatura. Caminé más allá y llegué a un jardín de rocas. Eran húmedas y estaban llenas de musgo.

Me senté en una de ellas. Lancé mi cayado a unos metros de mi. Y me dejé caer hacia atrás. 

— Ouch... —.

Me golpeé la cabeza con una roca. Pensaba que no había ninguna ahí. 

— ¿No ves que estoy sufriendo por un típico capricho adolescente de una novela televisiva?—. Dije con un tono burlón, y un poco de ironía. No era momento para molestarme.

— Lo siento—. Escuché una voz infantil y después esa piedra se movió.

Di pasos hacia atrás y me di cuenta que todas esas rocas se comenzaban a mover. Atraje mi báculo a mi mano y lo sostuve. Rodaron hacia mí, dejando verse. Eran una especie de pequeñas criaturas. Eran trolls.

— Son. ¿Trolls?—. 

— ¡Hola!—. Saludaron todos juntos.

— ¿Quién eres, muchacho?—. Preguntó un troll con voz gruesa.

— Me llamo Jack Frost. Soy un guardián. Guardián del invierno y la diversión—. Respondí acercando mi mano a la suya. Eran amigables.

— ¿Qué decías sobre unos caprichos, niño?—. Preguntó ahora una voz femenina. Se me acercó sobre una pequeña torre de ellos mismos, de mi tamaño. Me tomó de las mejillas y estiró mi cara.

— No estás enfermo. Estas a muy baja temperatura—.

— Estoy bien. Soy así. Tengo poderes de hielo—. Hice un copo con mis dedos.

— ¡Como la princesa Elsa!—. Gritaron juntos.

— ¿La conocen?—.

— Claro. Fue una buena reina y es nuestra amiga—. Dijo un pequeño troll.

— Tienes un problema. Poderes de hielo. También conoce a la princesa... ¡Tienes un problema de amor!—. Gritó ella. Luego cayeron pétalos del cielo.


—  ~¡Requiere algunas reparaciones. Tiene fallas tal vez!~—.


— ¿¡QUE RAYOS FUE ESO!?—. Grité viendo todo lo que se formó al oírlos comenzar a cantar.

— Necesitas ayuda, cariño. Ahora lo bueno es... ¡Que Elsa también está enamorada!—.

Me sonrojé al oír todo. Todos reían felices y yo ahí deseando no haber quedado aquí con trolls desconocidos. Que parecían tener alguna obsesión con todos estos temas.

De pronto un ruido llegó a mis oídos y todos abrieron paso a una roca más grande y con más musgo. Era el mayor, con pastos de pelo y cristales atados a su cuello con una cuerda.

— Joven Frost. Señor Luna habla mucho de ti como guardián. Y mis felicidades por descongelar tu corazón—. Rió indicando que me arrodillara.

— Hola—. Saludé.

— Debes irte ya. Es tarde y debes cumplir por lo que viniste. Saluda Elsa y a todos los demás por mí, y dile a Kristoff que nos visite mas seguido—. Dijo guiñándome el ojo.

Me levanté y me comencé a despedir. No sin antes ser interrogado por la troll anterior. Que se aferraba del gorro de mi sudadera. Casi asfixiándome.

— No te irás de aquí sin decirnos que pasó—. Canturreó mientras algunos mas me rodeaban.

— ¡La besé!—. Grité antes de que me aplastaran todos los presentes.

Se quitaron de encima y me sacudí. 

— Sé gentil. Ella toma su tiempo—. Me aconsejó.

Todos antes de elevarme comenzaron a darme concejos. Me despedí formalmente de Gran Pabbie. Se llamaba así. Y llegué al castillo otra vez. Dispuesto a hablar con alguien sobre esto. Con ella más bien.

Entre por el balcón que siempre se encontraba abierto. No la ví allí, tampoco se oían pasos o voces; diciéndome que nadie estaba despierto. Y tenían razón no deberían a estas horas de la madrugada.

Me escabullí por los pasillos sin tomarme a nadie. Llegando otra vez a su habitación. El sueño se apoderaba de mí. Mis ojos pesaban. Me acomodé sobre el gran closet en frente de su cama. Arriba tenia un gran espacio; se mantenían las esferas desde ultima vez que las dejé allí. 

Tomé una manta y un cojín pequeño y perdí la noción del tiempo. Finalmente quedando dormido.


(...)


Horas después. Desperté de un saltó. De un portazo de la puerta y un grito de una voz conocida. Caí del mueble y levanté mi mirada a lo que me despertó tan sutilmente.  Ví a Elsa con cara de preocupación. Nuestras miradas conectaron y me sonrojé otra vez.

Ambos quitamos la vista.

— ¿Te encuentras bien?—. Preguntó sin verme ni acercarse.

— Si. Solo dormía. En todo caso... Buenos días. Iré abajo con los demás—. Dije y desaparecí.

(...)


Elsa:

Grité al ver a Jack en mi habitación. El cayó del closet y cruzamos miradas y un par de palabras. Luego se fue y pasé mis manos con pesadez sobre mi cara. Llamé a Gerda para que me preparara un baño rápido, para luego reunirme a comer. 

Me coloqué una bata, creada por mi al momento de salir de la ducha. Me sequé un poco mi cabello con una toalla. No tenía ganas de salir, solo me quedaría a terminar el libro que anoche empecé a leer. Así que me coloqué un pantalón y zapatos bajos, con la sudadera que él me regaló.



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El desayuno estaba por servirse cuando Hiccup y Kristoff se despertaron. Ya cambiados, ambos con pantalones negros, el castaño lucía una camisa blanca y el rubio una color musgo con un abrigo corto.

El peliblanco contaba sobre los lugares que conocía gracias al viento, literalmente. Astrid y Rapunzel estaban encantadas, mientras que la albina y su hermana se distraían ayudando a traer platillos de la cocina hasta la mesa. Ella no quería quedarse quieta y mirar demasiado al chico, que ahora parecía estar de lo mejor.




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¿𝒴 𝓈𝒾 𝓂𝑒 𝒶𝓂𝒶𝓈? ||  ᴶᵉˡˢᵃWhere stories live. Discover now