¿𝒴 𝓈𝒾 𝓂𝑒 𝒶𝓂𝒶𝓈? || ᴶᵉˡˢᵃ

Capítulo 27

⁛     ⁛     ⁛     ⁛     ⁛

— ¡Buenas noches, queridos!—. 

— Anna, ya todos queremos descansar. Silencio—. Susurró a su lado la platinada al acomodarse.

Todos apagaron las linternas de sus tiendas y se despidieron hasta el día siguiente. Eugene e Hiccup compartían tienda, Kristoff y Jack estaban en otra. Mérida, Punzie y Astrid en la más cerca a la fogata. 

Las brasas del fuego se apagaban de a poco y el humo subía al cielo. Sven dormía afuera junto a Olaf, que roncaba con fuerza.

(...)

La noche estaba tranquila, sin embargo el guardián no lograba conciliar el sueño. Tenía la sensación de que algo estaba mal, con esa incomodidad miró al rubio cobijado con todas las mantas posibles, y las de él. Salió de la tienda y se sentó frente a las cenizas, viendo al muñeco moverse sobre el reno.

Se estiró en la tierra y miró las estrellas en el oscuro cielo.

Respiró y echó un vistazo a cada una de las tiendas, una se removía más que las demás. De ella salió la albina, con una chalina en los hombros sonriendo mientras se sentaba junto a él.

— ¿No puedes dormir, Snowflake?—. Preguntó en voz baja.

— No. Tu tampoco, supongo—. Continuó con el mismo tono.

Ambos se miraron y el guardián levantó su tronco y se acercó a ella rosando su brazo.

— Aquí las estrellas lucen hermosas. ¿No tienes frío?... Ehh. Lo siento, pregunta tonta—.

— No y, si fue algo boba. Pero descuida, tengo mi abrigo favorito puesto—. Comentó mostrando la sudadera que llevaba. El chico le dio una sonrisa.

— ...Esperaba ver ya la aurora boreal. ¡Oh, mira!. Está por aparecer—. Chilló a sus adentros viendo como aparecían las primeras luces en el cielo.

De pronto el firmamento se llenó de brillantes rayos coloridos, moviéndose al compás del viento. La platinada comenzó a llamar a su hermana, que de milagro asomó su soñolienta cabeza por la tienda y despertó a todos los demás. Excepto a Kristoff que prefirió seguir durmiendo que ver el espectáculo.

Todos estaban fuera de sus sacos de dormir. Anna abrazaba a su hermana, ella descansaba su cabeza en el hombro del peliblanco. Que no sabía si sonreía por las maravillas de la madre naturaleza o por la chica tan apegada a él.

(...)

De pronto entre el silencio, la fogata liberó ardientes y altas llamas. Todos se hicieron para atrás y el fuego cesó. Luego la aurora desapareció como su estuviera siendo absorbida. El lugar se cubrió de nubes.

Jack se levantó y se colocó frente a la platinada, intentando protegerla y a todos ahí. Los arboles se estremecieron, de ellos brotaron sombras que se arrastraron entre sus pies, formando frente a ellos caballos negros de ojos ámbar. Comenzando a olfatear.

— Son pesadillas...—. Susurró tosco para el mismo.

— ¿Son qué?—. Susurró acercándose a él. Al tocar el hombro del peliblanco, él dio un salto, y dio media vuelta mirando a los ojos a la princesa.