Capítulo 48 (Sin editar)

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Bajé del coche y ajusté mi abrigo alrededor de mi sin detenerme, era una madrugada muy fría. Escuché a mi papá hablarme, pero no presté atención a sus palabras, es probable que fuese más parecido a correr lo que hice, no me detuve hasta que escuché el portazo de la puerta de mi cuarto cerrarse tras de mí.

Me deshice de todo y entré a la ducha. Al verme en el espejo me sorprendí de dos cosas: la pequeña mancha magenta en mi mejilla evidencia física de lo que ocurrió y también estaba el hecho de que jamás me había sentido mal por mí por lo triste que parecía y eso me llenó de rabia. No quería estar triste por él, ni por nada. No valía la pena. No esperé a que el agua de la regadera se calentara y me sentí el líquido helado calando mi piel. Poco a poco el agua se fue entibiando y mi furia también, ¿por qué estaba furioso? Me pregunté y me sentí aún más tonto. Claro que Emilio no podía llevarme con él. Eso no hubiese sido positivo en ningún modo. Sin embargo, reconozco que a mí eso no me importaba, yo quería estar con él y punto. Lo necesitaba y no pensé en nada más. Pero él aparentemente si lo hizo.

Salí de la ducha y me tumbé en la cama, aunque no pude dormir, mi mente no me dejaría las cosas tan fáciles. Comencé a preguntarme ¿Y ahora qué? Y no fui capaz de conseguir una respuesta, al menos no una que me hiciera sentir bien.

Tiré de mis pies hacia mi pecho y acomodé mi mentón sobre las rodillas. Aún se escuchaba que por la calle había gente divirtiéndose.

Hice varios intentos por dejar mi mente quieta y en blanco. Por matar la necesidad de Emilio y de preguntarme qué era lo que hacía en este momento, de esperanzarme en que estuviera pensando en mí y deseando que se arrepintiera por haberse ido.

Aparentemente iba a ser un día gris y húmedo.

Cuando levanto la vista veo a mi papá recargándose en el marco de la puerta y agacho la mirada. Se acerca a mi cama y me acaricia el cabello con cuidado.

-Es bueno estar en casa - me dice mi papá y yo asiento con la cabeza.

Allí está otra vez el nudo en la garganta. Ganas de estallar.

-Joaquín - al escucharlo decir mi nombre hundí mi cabeza entre las rodillas - ¿Te duele?

Era una pregunta tramposa, había muchas cosas que me dolían en este momento, pero estaba seguro de que él se refería al moretón de mi mejilla.

- Sabes que no era mi intención, jamás te pondría una mano encima incluso si...

Dejó su frase en el aire, me envalenté a terminarla.

- ¿Incluso si...? - Insistí - Si de repente... no soy el hijo que esperabas que fuera.

- No eso, Joaquín, no te miento, todo esto me sobrepasó, uno no se prepara emocional ni mentalmente para afrontar algo así, pero eso ya no es ahora el punto, yo soy tu padre y si voy a exigir responsables por esto, pues debo comenzar por aceptar la parte que me toca...

- ¿Ahora te echarás la culpa de mis actos? - le pregunto sincero, más mentiras no funcionaran entre ambos.

- No, te equivocas, pero sí sé que mi primera reacción no ha sido la más civilizada... sabes que jamás estaré favor de la violencia, pero...

- ... la cara de Emilio fue la excepción.

- No es de él de quien vengo a hablar - me reprende enseguida.

- Obviamente, él ha dejado de ser de tu agrado.

- Bueno, eso ocurre a veces cuando descubres que a pesar de ser el profesor de tu hijo no le impide sostener un romance con el.

Mi profesor || Emiliaco || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora