Si alguien viniera y me hablara bonito de los cumpleaños se ganaría con seguridad una patada en el trasero de mi parte, porque para mí éste se ha convertido en una pesadilla. Creo que jamás había extrañado mi casa como ahora; mi tranquila, segura, sin cuñados antipáticos y suegras intimidantes, casa.
Emilio y yo tuvimos una despedida un tanto incomoda, ninguno de los dos dijo mucho después de que Roy nos dejara con la realidad estacada en el pecho. Él cumplió con su papel de caballero protector conmigo, me dijo que no me preocupara, que ambos saldríamos adelante como hasta ahora lo hemos hecho. Sin embargo, algo en sus ojos me dijo que esta ocasión no sería igual. Quizá que todo ello proviniera de su mejor amigo tuvo un mayor impacto en él.
Son alrededor de las 3:00 am y mi papá duerme como un oso en la cama de junto desde que puso su cabeza sobre la almohada. Yo finjo hacerlo desde más tiempo, pero la verdad es que me limito a contemplar el techo preguntándome si él estará igual que yo, buscando figuras en las sombras del techo.
Dormir ya ni siquiera figura en algo posible. Decido que un paseo quizá ayude. Me escabullo de la habitación y al salir al pasillo dudo un poco sobre qué tan chocante me vea en comparación con todo aquí, no quisiera insistir en ello, pero yo con mi chándal rosa y sudadera violeta nos vemos fuera de tiempo con todo lo clásico y romántico.
Al llegar a la última planta descubro la terraza, parece más para eventos de día, ahora se encuentra iluminada por luces doradas en faroles, es tan tranquila, como una pequeña burbuja, el aire fresco de la noche choca contra mi piel provocándome un escalofrío, pero es una sensación que disfruto.
Camino, un pie después del otro, observando a lo lejos las luces de la ciudad como si fueran un puño de miles de luciérnagas al fondo.
- ¿No puedes dormir? - me vuelvo sobresaltado y descubro a Sophie tras de mí, sentada en un mueble de mimbre que se encuentra junto a una de las mesas de picnic.
-Sophie, perdón, no sabía que este lugar ya estaba ocupado - me disculpo y ella tira de las mangas de su sudadera.
- Creo que es lo suficientemente grande para ambos, ¿no lo crees? - dice sonriente, aunque esa no es la sonrisa que le vi hace apenas unas horas.
- Eso creo - me limito a responder intentando producir cualquier excusa coherente para poder retirarme rápido de allí - Pero no sabía que estaría tan fresco aquí fuera - le digo - Será mejor que vuelva a mi habitación.
- No, espera - me indica deteniendo mi brazo al pasar junto a ella - Quiero hablar contigo.
Genial, justo lo que necesito, un sermón más.
- Toma asiento un momento, por favor - me ordena y no me queda de otra más que obedecer sin protestar.
Creo que ella tampoco sabe cómo empezar a hablar pues se crea un pequeño silencio incomodo entre ambos hasta que finalmente rompe el silencio.
- Roy y yo discutimos - esa confesión me toma un poco por sorpresa y ella lo nota - Creo que jamás nos habíamos gritado tan feo. Bueno, quizá un par de veces, pero hacia tanto que no ocurría y... no sé, eso era algo que no esperaba ahora.
- Fue culpa nuestra, ¿verdad? - intentando que ella implícitamente entienda ese "nosotros" sin más detalle.
- No - dice ella y parece sincera - Bueno, discutimos por ustedes, pero no es su culpa que Roy sea tan cabezota.
- Lo lamento - digo intentado controlar mi vergüenza. Soy el extraño invitado de último minuto y causante de una gran discusión entre ellos.
- No lo hagas, si te cuento esto es porque quiero que seas consiente de que yo no pienso igual que Roy... y aún no puedo creer que él se esté comportando así con su mejor amigo, es como si hubiese olvidado todo lo que nosotros vivimos para llegar aquí.