El sonido del teléfono indicando una llamada entrante resuena en toda la habitación. Se mezcla suavemente con el ruido del timbre y el sonido del vaso de cristal que, a momentos, choca sobre la superficie de madera de la mesita de centro. Además de eso, no hay nada. Todo es silencio, oscuridad y soledad arremolinándose en estas cuatro paredes. El irónico reflejo de lo que hay en mi corazón.
Tomo la botella de tequila y vuelvo a llenar mi vaso. Mis manos tiemblan un poco, por lo que algunas gotas caen fuera, sobre la arrugada y húmeda foto de nuestro segundo aniversario, pero no me importa, de hecho, en estos momentos nada me importa. Estoy lo suficientemente ebrio como para ignorar el hecho que no he salido de mi casa en casi dos meses, pero no lo suficiente como para olvidar aquello que me ha puesto a beber en primer lugar, en total soledad, la escena de aquel fatídico día se repite una y otra vez en mi cabeza haciéndome tragar de un solo golpe mi bebida y servirme otra ronda. Derramando más. Alimentado mi soledad.
Alguien sigue llamando a la puerta desesperadamente, lastimando mis odios con el timbre y rompiendo el ambiente de autodesprecio que tanto trabajo me costo crear. De pronto, silencio. Quien sea que haya venido se ha ido, es mejor así, no tengo ánimos para levantarme de todas formas. No desde que deje ir a Joaquín.
Joaquín. El solo hecho de recordar su nombre me causa un dolor indescriptible. Ni si quiera puedo volver a servirme otro vaso de licor, la necesidad de embriagarse comienza a volverse insoportable, pero aún así decido tomar la botella y beber directamente de ella, esperando que eso sea suficiente para dejar atrás todos los recuerdos en los que no quiero pensar. Mala suerte la mía, el alcohol solo hace que todos estos se intensifiquen y lleguen como flashes deslumbrando mi cerebro.
Mi vista comienza a nublarse y mis mejillas se calientan con el llanto que intento con todas mis fuerzas suprimir, fallando completamente. Me siento como un tonto, me siento patético porque al final se que yo tuve la culpa de todo, yo solo me cause este dolor, por luchar por lo que en verdad quería, pero también me siento mucho más aliviado con cada lágrima. Estoy tan cansado de fingirme a mi mismo que no me duele su ausencia, que soy fuerte y que lo hice por tu bien, por nuestro bien, porque no es así, lo hice porque soy un egoísta cobarde que prefiero soltar que luchar, porque no lo hice por nuestro bien, porque yo tomé la decisión final sin preguntarle si quiera a él que quería, porque al final se que siempre hay una alternativa, pero preferí jugar a lo seguro que saltar a lo desconocido, joder, esto duele y mucho.
¿Cuándo se supone que dejaría de doler la culpa? Diego dijo que el tiempo curaría las heridas de los dos, pero por lo mejor para mí, lejos de mejorarme, me hace sentir en el fondo de un abismo del que no puedo salir. No importó cuanto trate de mantenerme ocupado las primeras semanas, ni cuantos bares visite con Diego, ni cuantas películas vi con Romina o cuantas compras hice con Sophie. Lejos de desaparecer el amor, la culpa y dolor, solo se ha hecho más grande.
Empino nuevamente la botella a mi boca solo para darme cuenta de que no queda más Tequila que beber. Voy a la cocina y busco las otras botellas de licor que tenía guardadas en algún lugar, pero todas están vacías. En un arranque de furia, levanto la mano que sostiene la botella vacía, dispuesto a estrellarla contra una de las paredes, pero me detengo cuando una mano detiene la mía, mis ojos se encuentran con los suyos, bajo levemente el brazo, perdiendo mis fuerzas y voluntad y enrollo mis brazos alrededor de él, escondiendo mi cabeza en su cuello, como un niño pequeño. Lloro hasta ser incapaz de soltar más lágrimas, hasta que el alcohol ha dejado mi sistema y lo único que queda en mí es la vergüenza y el dolor.
Me mira y desvío la mirada, soy incapaz de sostenérsela, no cuando siento tanta pena por mi mismo, pero con lo que mis ojos se encuentran hace que me arrepienta de inmediato. Un suéter en el sillón y un par de fotos de nosotros, juntos, regadas por todo el piso de la sala, acaban de destrozar el poco corazón que me quedaba.