Emilio.
No puedo evitarlo y lo beso una vez más porque siento una necesidad inmensa de él, sigo sin creerme que me haya aceptado a su lado de nuevo. Venía psicológicamente preparado para luchar por su perdón por más tiempo.
Su boca me deja el control total de beso y esto es el paraíso en un par de labios.
- Tenía miedo de que no me aceptaras de vuelta - le murmuro cuando nos separamos a respirar.
-No quería hacerlo - dice alejando su rostro lo suficiente para mirarme a los ojos -Pero no había manera alguna de que mantenernos separados más tiempo no se convirtiera también en un castigo para mí - hay esa maldad divertida en él - Ya buscaré alguna otra forma de hacerte pagar...
- Lo que quieras - le digo como un mendigo suplicando limosna antes de volver a besarlo. Quiero besarlo hasta que me falte el oxígeno o el alma, pero entonces recuerdo que seguimos en la entrada del salón con muchos ojos curiosos e incrédulos a nuestro alrededor.
- Vamos, será mejor que salgamos de aquí - me dice él y yo asiento.
- Pero antes... - coloco una mano en su cintura y me vuelvo hacia donde están todos.
Rápidamente pretenden no habernos estado observando, algunos buscan la manera de alejarse, pero ahora quiero que me escuchen.
- Debo preguntarte algo, Joaquín.
Eso fue suficiente para que los curiosos detuvieran su escapada. Exhalo. Bueno, no es como que no haya debido tener coraje en la marcha el día de hoy, pero Joaquín siempre me hace sentir nervioso como un chiquillo de secundaria.
- ¿Qué...? - murmura dudosa, es la clase de chico que ama y odia las sorpresas con la misma intensidad.
Me desabotono la camisa con la torpeza de mis dedos y se sueltan risitas y murmullos entre nuestros espectadores. Veo las mejillas de Joaquín arder, le sonrío maliciosamente, ¿en qué estará pensando?
- Emilio... ¿Qué haces? - me pregunta asustado.
Río - Ya te dije, debo hacerte una pregunta, debemos hacerlo oficial - es todo lo que le digo.
Tomo mi camisa y le muestro la que tengo debajo. La lee, ahoga un suspiro y me mira a los ojos.
Si, llevo puesta una camiseta con un texto muy específico: Joaquín, ¿Quieres ser mi novio?
Veo una chispa en sus ojos, sabe a lo que me refiero. -No más un nosotros a medias tintas, quiero que el mundo entero lo sepa - le digo - Sé mi novio...
Joaquín me mira con esos grandes ojos marrones que son un pedazo de cielo, sé que me ha aceptado, pero eso no evita que su silencio me ponga nervioso.
- ¿Por favor? - le murmuro suplicante y entonces él plasma la sonrisa más radiante del mundo.
- Está bien... sólo porque dijiste la palabra mágica - bromea y yo río.
Extiendo mis brazos a los lados - ¿Eso es un sí?
El sonríe con coquetería. -No, esto es un sí - dice antes de lanzarse a mis brazos y darme un beso.
"Uy", "Ay", "Oh por dios", "No lo creo", "esto es épico" suenan a coro hiperventilado cuando nos besamos.
Si, este chico es mi novio, mundo.
- Me gusta tu camiseta - ronronea en mi oído.
- Es toda tuya... sólo tienes que quitármela - susurro en sus labios y él suelta una pequeña y dulce carcajada.
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