Capítulo 37 (Sin editar)

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Soy débil cuando me mandan diez mil mensajes diciéndome que 2 semanas son mucho y van a extrañar la historia, aquí les dejo un capítulo más solo para que la extrañen un poquito menos :) Gracias por todo su apoyo, espero les guste

- ¿Terminó con eso, Joaquín? - me saca Emilio del trance.

- No, aún no - me vuelvo intentando parecer indiferente.

Termino de desconectar y empaquetar todo. Tomo las dos cajas con un poco de esfuerzo y me dispongo a llevarlas fuera del aula.

Están algo pesadas por lo que un leve gruñido por el esfuerzo se escapa de mis labios.

- ¿Necesitas ayuda? Joaquín - me pregunta Mauricio levantando su cabeza de la mesa.

Antes de que pueda responder Emilio toma de mis brazos la caja que contiene el cañón.

- Deje que lo ayude - me dice - Mariscal, yo me encargo de ayudar a Joaquín, por favor recoge los trabajos de tus compañeros y ponlos en mi escritorio, no tardamos - le dice a Mauricio, este contiene una sonrisa en su rostro. No sé qué enfermizos pensamientos atravesaron por su mente. Emilio me indica con la cabeza la puerta y la abre sin dificultad sosteniendo la caja con su brazo no tatuado.

El camino a la sala de medios es silencioso entre ambos, ni siquiera nos miramos, yo camino ligeramente delante de él. Le entregamos las cajas a la encargada de los equipos quien los revisa tan minuciosamente que bien pareciera que es un nuevo descubrimiento de la humanidad.

Cuando comprueba lo que yo ya sabía (que estaban en perfecto estado) Emilio firma la devolución y nos retiramos.

- Aún quedan unos minutos antes de que termine mi clase -murmura Emilio. Caminamos de la misma forma en que llegamos, yo ligeramente delante de él.

- Perfecto, puedes aprovecharlos para informar al prefecto Marcos que ya cumplí con mi sanción. - le gruño.

Siento como tira de mi muñeca y doblamos por el pasillo opuesto a su aula.

- ¿Qué ocurre? - le pregunto quedito. Por el pasillo de las aulas todos están en clases aún. Con las puertas de madera cerradas es imposible que nos vean, pero no que nos oigan.

- Chist - me calla Emilio. Entonces descubro a donde se dirigía y me detengo en seco.

Él se vuelve e inquiere con la mirada. Yo niego con la cabeza. Estamos a unos pasos del cuarto de limpieza.

Cuando se da cuenta de que no estoy dispuesto a entrar va a la puerta y la abre. Se acerca a mí, intento marcharme, pero cubre con una mano mi boca y con la otra tira de mi cintura, levantándome levemente del suelo, mi resistencia no sirve de nada, él me introduce dentro del cuarto oliente a detergente y cierra la puerta con el pasador tras él.

Tiro de mi camiseta para acomodarla y me coloco en una esquina del pequeño cuartito, me cruzo de brazos y le miro ceñudo.

- Oh, no, conozco esa cara - se burla - Me temo que estoy en problemas.

- Necesitamos hablar - le digo aún muy serio.

- Lo sabía, nada bueno viene después de eso.

- ¡Emilio! - le reprendo, necesito que se pongo serio. Aunque eso bien podría ser una guerra perdida.

- Lo entiendo - dice divertido - habla de una vez, ¿qué ocurre ahora?

- ¿Cómo que qué ocurre? - Me acerco a él y subo la manga de su camiseta que ha caído por debajo del codo donde tiene el tatuaje - ¿Qué es esto?

Mi profesor || Emiliaco || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora