Capítulo 52 Maratón 3/5 (Sin editar)

1.8K 239 272
                                    

Dos horas más tarde me encuentra Don Alex en la misma posición en la que me dejaron Ren y Mauricio dentro del aula. Sólo que hecho un desastroso mar de lágrimas y sin pretender intención alguna de detenerme porque de cierto modo contenerme sólo provocó esto. Mariana tenía razón. Controlarme y mantenerme en cordura ignorando lo que realmente sentía por tanto tiempo sólo terminó por agravar mi situación. Yo estaba más triste y furioso que antes. Simplemente he explotado porque soy un chico de 18 años que corrió riesgos por su felicidad y ahora paga el precio. Estos malditos sentimientos que no se subordinan a deseos personales.

Hoy he explotado y Don Alex lo sabe porque se acerca a mí y toma asiento en el que usualmente es el de Tamara.

- Sé que has de tener muchas preguntas y que esas respuestas yo no te las puedo dar - delicadamente toma mi barbilla y con un pañuelito limpia algunas las lágrimas de mi mejilla.

Yo intento sonreírle, pero en lugar de eso doy una mueca que parece más un puchero.

- Pero niño, si quieres un consejo de este viejo, puedo decirte que incluso los amores más buenos y sinceros tienen que aprender a amar de verdad... y eso no es fácil porque por lo regular implica sacrificios de los que no siempre se consigue reponerse.

Me extiende el pañuelito nuevamente y yo lo tomo. Lo conozco. Es de un juego que yo envolví en el papel de regalo. Recuerdo ese día. Hicimos venir a Don Alex hasta este mismo lugar en el receso del día de su cumpleaños. Yo le di una gorra de los Red Socks y Emilio unos pañuelos de tela.

Los tres comimos el mini pastel y reímos mucho siendo discretos para no ser descubiertos. Emilio y él fueron al partido de los Halcones ese fin de semana junto con el único nieto de Don Alex, un pequeño de 7 años que según Emilio tenía un gran sentido del humor.

No es que esto se trate de lados, pero Don Alex puede ser quién vea mejor las cosas sin favorecer a nadie. Es neutral. Me conoce a mí. Llegó a conocer a Emilio como realmente era y al igual que yo Don Alex puedo ver su lado excepcional. Él sabe que me enamoré de Emilio y a diferencia de mí, Don Alex parece entender sus decisiones mejor de yo. Quizá porque él no tiene que lidiar con la decepción, frustración y un corazón roto.

Intento devolver su pañuelo y él niega con la cabeza.

- Úsalo - me dice amablemente y se incorpora con dirección a la puerta - Puedes quedarte el tiempo que necesites, vendré a limpiar éste hasta lo último.

Yo asiento. Mis lágrimas brotan con tanta naturalidad como con la que respiro.

- Y Joaquín. Quizá todo dependa de los ojos con los que mires su ausencia. - Dice de último antes de salir y cerrar la puerta.

Mi mente no es capaz de procesar aquello último. Me siento cansado. Decido que ya es tiempo de ir a casa.

***

No sé por qué llegué a creer que estar en mi casa sería diferente a la rutina actual. Normalmente no me importa encontrarla vacía, con las persianas cerradas, sin nadie a quién decir "Ya llegué del colegio", pero hoy era diferente, porque este vacío se volvía horriblemente sofocante en la soledad de un hogar que era todo menos cálido. No suelo ser tan endeble, pero hoy sí que necesito un abrazo.

No tengo apetito. ¿Cómo tenerlo si mi garganta está hecha un nudo? Lanzo los zapatos lejos, pero me quedo con el resto del uniforme, a quién le importa si lo uso todo el fin de semana. Caigo sobre el edredón de mi cama, aunque por el frío que hace las sabanas serían un mejor lugar.

Lo intento.

Realmente intento dormir y dejar de llorar, pero ambas cosas no están bajo mi control por ahora. Finalmente reconozco la derrota de esos intentos cuando mi cabeza comienza a doler.

Mi profesor || Emiliaco || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora