Epílogo

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Dicho reencuentro no culminó en el lecho, ni en la siguiente noche. James inició un cortejo que antes no habían disfrutado los dos, demostrándole a Alana que no había estado de socarrón cuando le prometió amarla.

Sus visitas como sus paseos por el pueblo aumentaron los rumores sobre ellos, barajando la posibilidad entre muchas de que había una reconciliación, los protagonistas de dichas especulaciones no lo desmintieron. Ni lo confirmaron. Tampoco, estaban por la labor de hacerlo cuando querían saborear las mieles de la anticipación. Ambos se lo callaban, pero a través de sus gestos: una mirada de reojo, una caricia sutil, un beso en la mejilla... se dejaba entrever las ansias que se guardaban el uno por el otro.

Hasta que las ansias llegaron al límite.  Habían acordado en dar otro paseo como hacían, pero el tiempo había empeorado dando lluvia, lo que provocó que se pospusiera.

Pero el mal  temporal no les impidieron en verse, aunque fuera en uno de sus hogares. Así lo decidió Lobrough que no había día que no quisiera estar a su lado. 

— ¡James! Vienes chorreando — Alana no esperó a que el mayordomo cerrara la puerta para que le hiciera entrar en el vestíbulo pese a que estaba empapando el suelo —. ¿Cómo se te ha ocurrido...?

El pobre, que le castañeaban los dientes, se dio brazadas una vez que le quitaron el abrigo.

— En caballo era más rápido. Además, ¿qué otro sitio podría estar mejor?

Las mejillas de la mujer se sonrojaron, aunque eso no le quitó su regañina.

— ¿No has pensado en que cogerías un resfriado? — se dirigió hacia la sirvienta que estaba cerca —. Por favor, preparadle una habitación, un baño y toallas calientes.

— ¿Me cuidarías si se diera el caso?

Algo en su pregunta derritió a Alana. 

—Sí, te cuidaría.

— Bien porque...  — se inclinó hacia ella para robarle un beso, con todo el derecho que sentía en ese momento, aunque hubiera testigos de por medio...

En ese instante estornudó lo que le impulsó a que se diera prisa en ir a la habitación para cambiarse.

— Después iré a verte.

— No lo olvides —le dio un beso en el dorso antes de girar e irse.

Alana giró sobre sí misma, feliz, y notó las mejillas ardiendo. Carraspeó al percatarse de que el mayordomo estaba presente. 

— Iré a mis aposentos.

— Sí, señora. ¿Necesitará algo más?

— Nada más, gracias. 

Pero no llegó de inmediato a la habitación de invitados, no tanto porque dejó que el caballero se bañara solito. Y cuando creyó que se habría dado el baño, tocó, llevando más toallas, más de las que había en la habitación que ya de por sí estaba caldeada. 

—¿Está todo de tu gusto? — le preguntó sin fijarse si estaría fuera de la bañera u otro sitio.

La abrazó por detrás, asustándola.

— ¡James! 

Se rio porque los dos tropezaron y cayeron en la cama. Las gotitas de su pelo mojado también cayeron pero en su rostro. Parecía un perro sacudiendo su pelaje. Le tuvo que parar entre risas. 

— ¿Cómo es que no te has secado el pelo?

Le permitió que se sentara y cogiera una toalla. Le empezó a secar el pelo. Menos mal que alguien le había dejado una bata porque sino se habría perdido entre tanta carne desnuda. Aunque el saber que lo estaría debajo de esa prenda no ayudaba mucho en que se concentrara en su tarea. 

— Preferiría que lo hicieras tú.

— Ya lo veo... — encantada con su nuevo papel.

— Aunque habría esperado a que me bañaras — le dijo con la mirada llena de picardía.

—  Claro, y me habrías metido en la bañera. 

— ¿Cómo ibas a saberlo si no lo he hecho? 

— ¿Ah, no? — se cruzó de hombros y se esforzó en aparecer seria —. Mira lo que me has hecho ahora. ¿No es suficiente prueba para creerlo?

Él aprovechó para coger otra toalla y pasársela por la cara. La dama contuvo el aliento y se miraron cuando sus manos se quedaron quietas.

— ¿Me has perdonado?

Alana fingió pensárselo y le señaló la mejilla para que se la besara. James no se hizo el remolón y la acabó encerrando entre sus brazos.

— ¡James! ¿Si alguien entrara y nos viera? —su pregunta quedó un poco ahogada porque empezó a depositar besos en su mejilla, mandíbula...

— No importaría — se apartó un poco —, aunque si no quieres que hablen de nosotros, hay una solución.

Unió sus manos en su cuello y acarició sus mechones de su nuca.

— ¿Cuál sería?

— Digas que sí... —sin dejarla de besar.

— ¿Sí a...? — la tendió en el lecho y su mano empezó a navegar por sus curvas.

— Sí a que seas mi esposa. 

No pudo responderle porque sus labios estuvieron ocupados durante un largo tiempo mientras que el calor fue concentrándose ahí abajo, en cierta parte de su ser.

— ¿Qué me dices Alana? ¿Serás mi esposa o no?

— Si insistes... — unos segundos después sus labios dibujaron una sonrisa dichosa —, seré tu esposa. Pero tú serás mi esposo.

Sus piernas lo abrazaron como pudo teniendo en cuenta las faldas de su vestido, pero no fue problema para el caballero.

— No sería de otra forma — le dijo, inclinándose sobre ella, y añadió con los ojos velados por la pasión y el amor que sentía :— Te amo, Alana.

— Y yo a ti, James. 


FIN

***

Espero que habéis podido disfrutar de la historia de James y Alana que nos ha tenido en vilo hasta el último segundo. Nos descarto un capítulo extra en un futuro. Ya les estoy empezando a echar de menos. Aunque por otra parte, hay que darles su final. 

Me ha encantado escribirla, aunque no niego que podría estar mejor. 

GRACIAS

❤❤❤❤❤

POR TODO!

Nos leemos pronto


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