La amenaza de James no suscitó en ella un acto de prudencia, como le había pedido, sino todo lo contrario. Era como si le hubiera dado una tecla que desconocía y se atreviera a ser más impulsiva, teniendo el límite de no excederse demasiado. Por esa razón y, porque no podía quitarse de encima la rabia contenida, provocada por el reencuentro, coqueteó sin sentirse arrepentida o mal, coqueteó dejando con la promesa en los labios, retirándose antes de que el caballero fuera a más y la besara.
No tentó tanta a la suerte y no traspasó la línea, regresando a la pista de baile. Aun así, fue lo suficiente coqueta para que el resto de los presentes se diera cuenta de que le importaba muy poco lo que hiciera. Lo que respectaba a su marido, también. Ella podía divertirse sin tenerlo a él como compañero de baile o de evento.
James se lo había buscado, irrumpiendo en el carruaje y exigirle de que no hablara mal de él cuando su comportamiento no había sido el mejor de los dos. No obstante, su ánimo decayó al igual que el fuego que se encendía vivaz y, lentamente, se iba apagando. Se encontró aburrida en medio del decenar de parejas bailando. Aunque su pareja de baile era un caballero encantador no la salvó del hastío.
- Voy un momento a empolvarme la nariz - era una excusa, pero una excusa que le permitía escaparse durante unos minutos.
Fue al tocador de las damas, una habitación habilitada para el reposo de las invitadas. No supo cuánto tiempo estaría, lo único que deseaba era que la cabeza le dejara de palpitar. Habían sido muchas emociones juntas y ninguna de ellas fácil de asimilar, y especialmente, James. ¿No podía haberse mantenido al margen y comerse los comentarios desagradables en silencio, sin tener que aparecer como un mago? ¿Y los que había aguantado ella en persona? ¿No los había tenido en cuenta?
Era evidente que no.
Escuchó pasos acercarse y como estaba apática para conversar, se escondió detrás del biombo, queriendo estar sola. Se sentó en una silla que estaba puesta sin motivo aparente que la de hacer su función: sentarse. Esperó a que se fueran y se relajara. Su intención no fue escucharlas ya que sus risas eran más estridentes que sus palabras, mas le llamó la curiosidad cuando se enteró en parte de la conversación.
- Tu pretendiente, lord Sanders, no parece que esté muy pendiente de ti, Lauren.
- ¿De quién hablas?
- Ya sabes, el que ha estado acompañando esta noche a lady Lobrough.
- No me pierdo gran cosa. Es un perrito que le gusta posarse en el sitio donde el sol más calienta.
Las dos se rieron. Alana sintió las mejillas arder. Estaba avergonzada y... ¿cómo se podía pensar eso de ella?
Su mente, tan retorcida, le recordó que algo parecido y peor hizo ella, callándola de golpe, mortificándose aún más.
- Uh, eso que lo has olvidado y tienes alguien más en tus pensamientos.
- Puede que sí o puede que no.
- No seas tan melindrosa, suéltalo.
Sin poderlo evitar, se vio escuchándolas con mucha más atención que la de antes, de lo que hubiese sido su intención. Y sí, se quedó atónita con la información que había pillado a escondidas.
***
¡Hasta aquí la inspiración!
A lo mejor la acción va más rápido de lo que tenía pensado. Luego, veré qué podría cambiar y lo corregiré.
Nos leemos pronto!!!
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Entrégate #6 Saga Matrimonios
أدب تاريخيPróxima historia. Secuela de Ámame Fecha de publicación: desconocida Todos los derechos de autor a Aria Blanc