Capítulo 17 (mini)

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La tendió sobre la colcha y ella lo abrazó, como pudo ya que las mangas medio bajadas se lo impedían, con la intención de que siguiera dándole calor, que la derretiera como mantequilla al sol. La tocó por encima de las ropas, las costillas, subiendo. Bajó el escote, arrugando más la tela y no supo que era tan sensible hasta que la mano masculina incursionó debajo del corsé y explorase la carne suave de su piel, estrujándola a su paso. Gimió audiblemente y no pudo evitar retorcerse bajo su prisión. El calor fue acumulándose en su interior y aumentando la necesidad de encontrar alivio que lo sofocara.

Sus labios fueron abandonados; echando de menos el abrigo de los suyos, aunque la sensación de abandono no desapareció, imperiaron otras más demandantes. Agarró los cabellos del hombre cuando él se inclinó sobre el lateral del cuello y lo besó. Se corcoveó como una serpiente aunque más bien era él una cuando la mordió, notando la mordida en su piel. No tardó en calmarla para después incendiarla con otras caricias más perversas. No fue consciente de que su cuerpo dejó de estar aprisionado y sentir el aire en la espalda.

La estaba desnudando.

¿Cuándo le había dado la vuelta? No se fijó en ello porque tenía los ojos cerrados, expectante. Fue recibiendo besos ligeros de una pluma, caricias sinuantes, que iban y volvían, repasando líneas invisibles de su piel hasta adentrarse en terreno ajeno. Su aliento le calentó la oreja y notó que la palpaba, la palpaba para tocarla con decisión. Tembló; no lo evitó, pequeños latigazos de placer la azotaron, sumergiéndose de repente en un espiral del cual solo sentía, sentía y lo demás desaparecía.

- Estás muy húmeda - gruñó esa voz distorsionada y grave, tan grave que le pareció otra -, ¿es por mí o por él?

No comprendía lo que decía; sus puños agarraron las sábanas cuando las caricias se tornaron más enérgicas, negándole que pidiera piedad.

- Dime, Alana - le demandó.

¿Alana?

¿James?

No, no podía ser. Su mente le estaba jugando una mala pasada; hasta allí, lo atraía en el presente, en ese momento que estaba perdida en un vorágine de locura. Aunque fuera producto de su delirio, le quiso hacer daño, le quiso hacer daño a ese James imaginario. Respondió con la sangre ardiendo y el sexo palpitando:

- Él - de pronto, su cuerpo explosionó en mil astillas cuando su último toque decidido la precipitó al mar, estrellándose.

- ¿Qué me quieres hacer?

- Serte infiel - respondió con resuello, aún afectada por las réplicas de placer.

No se había esperado esa inmensidad que la arrollara. No se esforzó en abrir los ojos porque un oscuro manto la envolvió, sin hacer el esfuerzo de despertarse o molestarse en hacerlo.

- ¿Alana?

El hombre no estuvo tranquilo hasta que la oyó respirar suavemente. Se había quedado dormida. Apoyó la frente en su espalda desnuda y húmeda por el sudor. Estaba acelerado, con la respiración agitada y con el cuerpo latiéndole, recordándole que su apetito no había sido satisfecho.

¿Qué importaba?

Cuando su esposa le había querido serle infiel. Eso le atormentaba más que mil brasas echadas en su cuerpo.

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