Capítulo 37

2.9K 471 11
                                    

En esa mañana que James se había marchado, Alana estuvo a punto de pedirle que no lo hiciera. Pero no era más que una noche, que para mayor su tormento, había disfrutado. Las sábanas eran un recordatorio frío de ello.

Se deslizó y el aire de la habitación la abrazó, sintiendo más que nunca su ausencia.

Se apretó la sábana a su cuerpo desnudo y se preguntó qué haría a partir de ahora cuando se había dado cuenta de que sus sentimientos por él nunca habían desaparecido, qué haría si no había solución que la del divorcio.

Salvo que realmente él la amase. ¡Dios!, ¿y cómo podría estar segura de su amor? No debió darle esa noche. Sus malditos besos y caricias las estarían persiguiendo hasta la eternidad.

Alguien tocó en la puerta y se decepcionó al ver que era su doncella. No era James que volvía y la reclamaba como esposa que todavía era. Era demasiado bonito para seguir soñando. Contuvo un suspiro.

- ¿Le preparo un baño?

- Sí, gracias - no se movió de la cama hasta que su baño estuviera listo.

Por más que lo echara de menos, la vida continuaba. Ella sabía que eso no cambiaba que su matrimonio estaba roto.

Una noche de entrega había sido eso. Nada más que un sueño que estaba añorando e intentando olvidar.

** *

James lo que más odiaba era la indecisión.

No sabía qué paso dar hacia ella y reconducir su matrimonio. No creía que por una noche la hubiera convencido de que la quería como su esposa, su amante y... su mujer.

Habían pasado dos días de haberle hecho el amor a su esposa.

Estaba atrapado en sus miedos y lo que más temía era perderla. Se estaba comportando como un chiquillo precoz y ya había dejado esa etapa. No era ese comportamiento lo que necesitaba para recuperarla.

Sus labios perfilaron una mueca de desagrado al recordar su abandono aquella mañana. No le había gustado en absoluto tener que hacerlo porque solamente dio su palabra que sería una condenada noche.

¡Una!

Él deseaba que fuera todas, cada despertar, atardecer y anochecer. No podía quitársela de sus pensamientos ya que se le metido de su piel debajo de su piel, grabada con fuego. Así que cuando llegó la visita del abogado de su mujer fue un duro golpe de asimilar.

- Lord Lobrough.

- Sí, soy yo. ¿Con quién estoy tratando?

- Con el abogado de lady Lobrough, su esposa, el señor Drivers.

No significaba buena señal su presencia allí. Sólo había una razón para que estuviera y no quería imaginársela. Por si fuera él, se habría encantado sacarlo a patadas, pero la educación pudo más y lo recibió en su despacho.

- ¿Desea algún refrigerio que tomar?

- No dispongo de mucho tiempo - le entregó un sobre que James no quiso coger -. Le informo que su esposa quiere iniciar el proceso de separación y le recomendaría que leyera los pormenores para llegar un acuerdo amistoso.

¿Le estaba diciendo una broma?

James negó con la cabeza. No era una maldita broma. Era real y no podía estar ocurriendo.

- ¿Ella está segura?

El abogado asintió con solemnidad.

Ninguna dama en su sano juicio iniciaría dicho procedimiento sabiendo cuáles serían las consecuencias de ello que la condenaban: el ostracismo y la marginación social. Además, no tendría ningún beneficio económico o material. Se quedaría en la ruina.

Pero su esposa poco le importaba con tal liberarse de él.

James tuvo que sentarse porque sentía que le había dado una puñalada.

- Tanto mi clienta como yo esperamos su colaboración.

El caballero quiso maldecir en voz alta, pero se mordió los labios hasta sentir la gota de sangre en su paladar. No le quitaba el dolor que estaba sintiendo. Hizo un gran esfuerzo para mostrarse frío y no levantarse y destrozar el mobiliario que tenía por delante. Hasta se sorprendió a sí mismo escucharse con voz impersonal:

- Mi colaboración la tendrá - abrió el sobre y comprobó que era efectivamente el papeleo del divorcio, ninguna condición puso su esposa. Ni siquiera le exigía bienes o un fondo económico. No quería nada de él. - Para que le quede claro de ello, quiero proporcionar una asignanción mensual a mi esposa y además de la casa de Devonshire. No quiero que le falte de nada, ¿entendido?

Los ojos del abogado se abrieron porque era inusual que el esposo se mostrara generoso tras la separación.

- Le pediré a mi abogado que redacte otro contrato.

- Eso supondría más tiempo y retraso.

- Lo sé, pero es mi última palabra. ¿Lo deja o lo acepta?

Estaba ocurriendo muy rápido y ella no le dejaba otra opción.

Quería el divorcio y se lo daría, aunque eso significara entregarle su alma en ese dichoso papel.

Entrégate #6 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora