Lady Lobrough bailaba sin que se le soltara un mechón de su cabello, alzando la barbilla elegantemente como el de un cisne se tratara. No era la única que danzaba con su compañero de baile.
La orquesta deleitaba a los presentes con su música, siendo ellos partícipes indirectos de su danza delicada. Tocaban con la misma finura en un violín que con las teclas del piano, envolviéndoles en un armonioso ritmo.
Alana había repetido de compañero de la otra noche ya que lord Sanders se lo había pedido con evidente interés que ella no quiso avivar, dado su poco mesura del otro día. Había sido imprudente de su parte dejarse llevar por la rebeldía del momento que supuso enfrentarse a su estimado esposo. Afortunadamente no tuvo noticias más de él. Ni este hizo el amago de volver a amenazarla.
Cabeceó ligeramente, queriendo sacudir los malos pensamientos. Intentó disfrutar de las notas musicales, de moverse entre vueltas y vueltas. Y de su pareja de baile.
Realmente, le agradaba Sanders. El que no hablara por los codos sobre sí mismo, incidiendo que él no lo hiciera, no quería quitar que la halagara en demasía. Los halagos estaban bien, pero a su justa medida.
Acabó aplaudiendo como los demás al terminar la pieza.
- Ha estado espléndida, querida.
- No he sido la única - respondió algo azorada -. Me gustaría tomar un poco de aire.
- La acompaño...
- No, quédese aquí. Seguro que habrá damas que demanden su atención.
- No cuando en mi mente y en mi corazón sólo tengo a una.
- Gracias por tal consideración hacia a mí, mas insisto en ello. No tardaré.
Antes de que pudiera oír su réplica, cogió rápidez y giró sobre sus pasos.
El aire del interior era sofocante. Necesitaba algo de fresco para despejarse del aturdimiento. Caminó hacia las terrazas, intentando ignorar el bullicio que continuaba detrás de su espalda. No fue demasiado lejos porque el jardín de la residencia de los Hammers era limitado y conlidaba con el de sus vecinos.
Tampoco, podía mirar el paisaje estrellado porque estaba el cielo encanpotado.
Se llevó las manos a los brazos al notar un escalofrío recorriéndole. No hacía buena noche. Hubiera estado mejor en declinar la invitación de la fiesta y haber... Ladeó el rostro. Aún esa pésima idea volaba nuevamente por su mente.
Intentó que su alma se apaciguara como sus pensamientos. La música seguía sonando, siendo un vaivén de acordes. Bajó la barbilla a su hombro y se abrazó con más fuerza. Fueron in crescendo como águila que se alzara en vuelo e iba subiendo hasta que un acorde sesgó el momento culmine, para acabar en descenso. Siendo un triste final.
Inspiró hondo.
Los aplausos sonaron una vez más. Había acabado otro baile y lord Sanders se estaría preguntando el motivo de su tardanza.
Mas ella no regresaría a su lado. Antes de que dicho caballero se decidiera a encontrarla, se deslizó hacia la pista de baile.
Con un propósito.
Decenas de parejas simularon su regreso. Más lo hicieron con su huida que se tornó más ligera. Como no quiso que se hiciera notoria su salida, no buscó a los anfitriones para disculparse. Si supiera que estos estaban atendiendo a la inesperada presencia de un nuevo invitado, no se habría sentido mal más tarde en no ofrecerles una disculpa debida por su salida de la fiesta.
Sin embargo, no fue tan huidiza como creyó ser. Ni tan precavida. Porque alguien, tan poco interesado en la fiesta, captó su atención.
ESTÁS LEYENDO
Entrégate #6 Saga Matrimonios
Historische RomanePróxima historia. Secuela de Ámame Fecha de publicación: desconocida Todos los derechos de autor a Aria Blanc