Lo siento porque no sea mucho. Estoy muy espesa
🙏🙏🙏🙏🙏
***
Se despertó con un sobresalto, sintiendo que la propia muerte la empujaba hacia el precipicio, pero no había ninguno.
James...
El último recuerdo que tenía de él era que estaba inmóvil y herido, llevado por el matasanos y otro caballero.
Posiblemente estaba muerto.
¡No!
Se llevó una mano al pecho, notando una cabalgata dentro de él.
— Mi doncella me ha dicho que se estaba despertando — sorprendida se giró a esa voz que correspondía a la persona que estaba enfrente de ella.
Dos años desde la última vez que la vio. A ella y a su esposo, lord Lobrough.
El hermano de James.
Sus ojos se deslizaron por la habitación, comprobando que aquel dormitorio no era suyo.
— ¿Dónde estoy?
— El médico antes de trasladar a James a un lugar más seguro para poder atenderle, oyó de que una dama se había desmayado cerca...
— ¿Está bien? — era de muy mal gusto interrumpirla, pero estaba tan angustiada —. Lo siento.
— Supongo que lo está. Lo puede ver.
—¿Se encuentra aquí? — Florence asintió lo cual le generó cierto alivio.
Estaba bien.
No estaba muerto.
No lo estaba.
— Lo siento mucho por el haber tenido que aprovechar de su hospitalidad.
— Aunque nunca no nos hemos tratado, lady Lobrough, y pese a lo que nos hizo, no le guardo ningún rencor. Tampoco a James.
— Gracias — se retorció las manos —. No le he pedido perdón por ello.
— Quizás porque el tiempo haya hecho que lo olvidemos o... les hayamos perdonado antes de que nos percataramos que lo habíamos hecho.
Le dio las gracias nuevamente.
— Me gustaría verlo — dijo después de debatirse si ir o no, al final soltándolo.
— Ven conmigo.
Aunque no era demasiado lejos donde estaba, porque era unas habitaciones más allá de la que había estado, le comentó lo que le había pasado. Había recibido una bala. Alana no creyó que estuviera bien, y más si había recibido el impacto de una bala.
— Le había dado en el hombro, afortunadamente el médico se la ha podido extraer de manera limpia.
— ¿Y si se le infecta? — el pánico la volvió a apuñalar.
— Entonces, nos quedaría rezar.
¿Lo salvaría con algunos de sus rezos?, se preguntó a la vez que Florence le abría la puerta y le permitía entrar en un dormitorio, donde el hogar estaba encendido. Había una persona en el lecho, con la colcha encima que le tapaba de cintura para abajo. Estaba semidesnudo con las vendas puestas alrededor de su hombro, pecho y costado.
No estaba despierto, razón que la causaba más desazón.
— El médico le ha dado láudano para que el dolor se adormeciera.
Alana tenía la garganta oprimida.
Aguantó, como le fue posible, mantener las lágrimas a raya.
— Pensé que había muerto y...
— ¿Quiere tener tiempo para...?
— Sí, por favor.
Florence le apoyó una mano en su brazo antes de irse de la estancia, atisbando justo al cerrar la puerta como Alana se sentaba a la orilla de la cama y cogía la mano de su marido. La entendía completamente; pese a que nunca se habían entendido, viéndola en esa situación, sabía que habría actuado de la misma forma.
Igual con Balthazar.
Era cuando había amor de por medio.
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Entrégate #6 Saga Matrimonios
Ficción históricaPróxima historia. Secuela de Ámame Fecha de publicación: desconocida Todos los derechos de autor a Aria Blanc