Su proposición quedó en el aire sobre sus cabezas pesado y algo más, que se transformó en electrizante.
Alana se quedó escéptica ante lo que había escuchado y como pensó que podría ser una burla, intentó desasirse de su prisión, pero James no estaba dispuesto a que huyera también. La atrajo, teniendo de apoyo la pared.
- Maldito seas - no controló sus formas porque estaba fuera de sí, su presencia la alteraba y su juego maquiavélico más -. ¿Quieres que sea tuya? ¡Qué forma más cruel de burlarte de mí! ¡¿Cómo no he cumplido con mi papel, me lo pides ahora?!
- Mírame, Alana.
No lo quería mirar, no quería mirar que se estuviera burlando de ella, aunque lo sintiera así. Él la obligó hacerlo y no pudo escapar. Jadeó, aprisionada entre sus brazos y su mirada que se había vuelto oscura. Era un mar revuelto, agitado. Aunque parecía mantener una apariencia tranquila, su mirada no lo era.
- Es una sencilla petición que te pido para darte por completo tu libertad. Ya no sabrás nada de mí cuando me des esa noche.
¡Lo quiso estrangular! Lo quiso... ¿por qué tenía que poner las cosas tan difíciles? ¿No habría deseado él también ser libre de ella? Ahora más cuando el escándalo les había puesto en el centro de diana de los comentarios malévolos. Encima, nadie olvidaría que lord Hanker se había pavoneado de que había conseguido el favor de la dama. Esa razón y por muchas más, estaría dichoso con el divorcio fuera una realidad.
- ¿Qué gano yo? ¿Qué ganas tú de esto? Si nunca me has deseado, si nunca me has visto como... - se calló al ver que se estaba humillando, confesándole casi su resentimiento por su indiferencia del pasado.
- Creí que con mi beso te lo había dejado claro - su mirada la taladró. También, su recuerdo.
Ella aguantó un gemido de frustración. ¡No lo entendía!
- Beso que se lo podrías haber regalado a otra que había tenido tu afecto y había sido privilegiada de él.
- No pensé en otra cuando te besé.
- ¿Ah, no? ¿No deseaste a otra que estuviera en mi lugar? Por ejemplo, a tu cuñada.
La mención de ella no fue la más acertada. Porque demostraba que había estado celosa cuando había creído que se había desprendido de esas garras ponzoñosas en los dos últimos años.
- No, no la deseé, ni pensé en ella cuando estuviste en mis brazos.
En ese instante, también, lo estaba. Estaba entre sus brazos.
- No - pero como no iba a echarse para atrás en su postura, ni él tampoco, se quedaron mirando.
- Suéltame, por favor - el aire le era espeso, no podía respirar con normalidad.
- ¿No pensaste tampoco en otro hombre cuando te besé?
- ¿Qué quieres decir?
Iba a negar con la cabeza cuando alzó una mano y rodeó su mejilla con ella, tocando con sus dedos su piel de porcelana y sonrojada. Ella entreabrió los labios, perdiendo el sentido con el sentir su toque. ¿Por qué era tan débil? Él no se veía afectado, todo lo contrario, resuelto en su propósito. Implacable y letal.
- Sabes de quién hablo, no importa - dejó de tocarla y fue cuando se apartó -. No accederé al divorcio si no me concedes tu entrega. Una noche te pido. No más.
No más.
Alana tragó saliva, costándole.
- ¿Qué pasará después? ¿Me das
tu palabra que me dejarás en paz? - preguntó justo cuando él fue a bajar las escaleras, creyendo que había terminado la conversación.Se volvió, y lo notó más inalcanzable de lo que había sido en ese tiempo de separación.
- Sí, le pondremos el final definitivo y olvidaremos que nuestro matrimonio existió.
Alana asintió como pudo ya que sentía el corazón romperse. ¿Cómo podía ser? Si ya lo había tenido roto. Había querido el divorcio, pero... ¿a qué precio?
ESTÁS LEYENDO
Entrégate #6 Saga Matrimonios
Historische RomanePróxima historia. Secuela de Ámame Fecha de publicación: desconocida Todos los derechos de autor a Aria Blanc