Si bien cierto era que le había dicho que le iba a dar el divorcio, no obtuvo ninguna novedad o más respuesta de que fuera más allá de lo apalabrado. Había transcurrido una semana de ello, de que la descubriera tras su salida y haberle sido infiel por una segunda vez.
Estaba expectante ante los posibles movimientos de su marido, de que le llegara la citación de su abogado, que explicitara el día, el lugar y la hora que se reunirían para dar definitivamente fin a su matrimonio. Hasta ese momento aún no había llegado. Por lo tanto, hasta la hora de verse las caras, trataría de no darle vueltas mucho al asunto, se centró en retomar su rutina como la que tuvo semanas atrás, yendo de fiesta en fiesta e intentando disfrutar de la música y danza, dejando esas noches de "pasión" guardadas en un cajón.
Lo que no había tenido cuenta que otra persona querría abrir ese cajón.
Lord Sanders, perdonándole la falta de noticias de ella, estuvo atento y dispuesto a seguir en ser su "amigo" y compañero como si ella le hubiera hecho una acción imperdonable. Pero lo tuvo que rechazar para que sus ilusiones no fueran a crecer más allá de lo que aparentaba. No tuvo remordimiento en haberle rechazado; ya que no sentía por el hombre mas que el respeto. Su rechazo no le sentó bien, así que se ganó su resentimiento y sus malas miradas que las soportó toda la noche.
Otro hombre que la odiaba.
Mientras intentaba ignorarle ya que habían sido ambos invitados a una fiesta y no estaba con el ánimo, un caballero se le acercó. Estaba hablando con Clare, su amiga, cuando este caballero desconocido se aproximó donde estaban ellas.
— Disculpe, ¿lady Lobrough?
Estaba tan pendiente de la conversación que no lo reconoció en un principio. Se giró y se quedó confundida al ver un rostro familiar y que no le sonaba de dónde. El ver su confusión, el hombre sonrió. Clare le dio un codazo para que respondiera.
— ¿Si? Soy yo.
— Creía que conocía a todos los presentes de la fiesta, pero me equivoqué. No hemos sido presentados.
¿Cómo podía ser tan atrevido en dirigirse hacia ella cuando efectivamente no habían sido presentados? Cayó en la cuenta de que sí le sonaba ese hombre. Retrocedió un paso por la fuerte impresión de tenerlo enfrente, en una fiesta. Sin máscaras.
— ¿Me permite que enmiende ese error? Lord Hankers a su servicio — era tan su perplejidad que no le impidió que le besara la mano.
Esta al sentir sus labios en su piel, la apartó. No le pasó desapercibido su turbación.
— ¿Lord Hankers?
— Así es, milady.
Él sabía de su confusión, ¿cómo podía ser que un empleado de madame Duvier pudiera estar en una fiesta fuera de su estatus social? Salvo que no fuera un empleado mero y corriente, sino un caballero que fue a buscar la misma diversión que ella.
— ¿Podríamos intercambiar una palabra? Me gustaría comentarle un asunto importante.
Sintió la sangre desapareciendo de su rostro y como no atinó en elaborarle una réplica que le permitiera declinar, se obligó a aceptar y disculparse con Clare. Era tan buena que no le preguntaría sobre qué conocía ese caballero.
Estaba tan tensa que él lo notó y añadió.
— Tranquila, no voy a desvelar su identidad.
— ¿Cómo me ha descubierto? Supuestamente mi rostro al igual que el suyo estaba cubierto por un antifaz. Nunca le desvelé mi nombre o mi título.
— ¿Si le digo que la he reconocido por su silueta y sus gestos, me creería?
— No — es más, recelaba de él —. Dígame lo que tenga que decirme y nos despedimos aquí y ahora.
— Vaya, no me esperaba que me quisiera despachar tan pronto — la rodeó y se atrevió a cogerle un mechón de su cabello que se había soltado, tuvo la desfachatez de manosearlo sin preocuparle de que había más gente —. Yo que quería saber si pudiéramos vernos otra vez.
— No habrá otra vez — le soltó el mechón de su mano —. ¿Para eso se ha acercado, para ver si repetía un revolcón con usted?
— No diría esa palabra — hizo una mueca y la miró largamente —. ¿Acaso no fue por esa razón por la que vino las anteriores noches a la casa de madame Duvier?
Acertó en la diana y ella respiró con fuerza.
— Sí, fui, pero eso no le permite a acercarse y tener confianza de la cual no tiene conmigo.
— Creo que tenemos la suficiente confianza, milady. Conozco su cuerpo tan bien como el mío.
Se sonrojó desde los pies hasta la cabeza.
— Podrá aventurarse a decir que me conoce, pero no lo suficiente para permitirse ciertos derechos hacia mi persona.
Iba a dejarle, sin darle oportunidad a réplica cuando...
— Es una pena porque quería oír sus suspiros, sus gritos...
¡Cómo podía ser tan arrogante!
Se volteó e iba a alzar la mano con la intención de darle una buena merecida bofetada por su falta de respeto, pero no llegó a su destino cuando oyeron tras sus espaldas un carraspeo femenino.
Alana no podía más con la vergüenza. ¿Cuánto tiempo había estado allí y les había escuchado? Su cuerpo quedó prácticamente entumecido cuando vio la sonrisa sibilina de la anfitriona, que había arrastrado a... ¡James! a su encuentro.
— Ya le había dicho a su esposo que estaba bien acompañada. El pobre estaba reticente a entrar. Menos mal que no ha tomado la decisión de irse, ¿verdad? Si no habría comprobado con sus propios ojos lo bien que se encuentra.
ESTÁS LEYENDO
Entrégate #6 Saga Matrimonios
Historical FictionPróxima historia. Secuela de Ámame Fecha de publicación: desconocida Todos los derechos de autor a Aria Blanc