Capítulo 32

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Nos dispusimos a encontrar la salida del lugar. Al estar bajo tierra no disponemos de buena luz solar para guiarnos. A pesar de haber recorrido varias veces cada habitación, en busca de alguna otra pista que nos resolviera dudas, todavía no hallamos la forma de salir. Entre el aburrimiento y las ganas de alejarme de aquella horrible mesa, que solo me hace imaginar miles de sacrificios, decido que lo mejor es abrirme paso por la tierra. Así que busco un lugar que no pareciera muy díficil de penetrar. Pongo mi mano en una pared a mi derecha y cierro los ojos concentrada. Al estar aquí abajo es sencillo encontrar las raíces de plantas y árboles que están muy cerca nuestro. Es como ver todo, pero sin tener los ojos afuera. Esto lo he descubierto recientemente, después de muchas prácticas en el bosque sin descanso. La energía viaja por mis manos como si la naturaleza y yo estuviéramos conectadas de manera especial desde siempre. No es extraño ni ajeno. La sensación de saber en que estado está la raíz más profunda hasta la copa más alta es increíble. Como si nada, hallo la forma de irnos. Yo lo veo como un chisme que te cuenta una amiga y esa amiga es la naturaleza. Me mostró por donde debo ir y eso es justo lo que haré.

Aparto mi mano para ir donde los demás y les pido que me sigan por los pasillos oscuros. De vez en cuando pongo mi mano en la pared, que en realidad es tierra, para saber que estoy en el camino correcto. Llegamos al final y solo hay un final sin salida, aunque esta si es piedra simple.

—Aquí no hay nada, Cass.

Teo observa las tres paredes que nos rodean. Ellos solo ven piedra y mas piedra, aunque por un momento también lo pensé. Solo que no me doy por vencida. Estoy segura de que es por aquí. Nuevamente toco la pared y la sensación de salida es justo en este lugar. ¿Pero donde estaba?

—Es en alguna parte.

Toco fuertemente cada centímetro, ambas manos buscan en las paredes como una loca.

—Una hora aquí abajo ya la enloqueció — suelta Fobos.

—¿Cass, que buscas? — Teo se pone a mi lado.

—La salida. Vamos, ayúdenme.

—¿En la pared?

—Esta aquí, lo sé.

—¿Como lo sabes? Aquí no hay nada — apuesto a que la mirada de Deimos está clavada en mi espalda. Seguramente piensa que su hermano tiene razón y que yo ya he perdido la cabeza.

—Me lo contaron — digo como si nada, para darles más razones para que me miren incrédulos.

—Bueno... loca o no, yo quiero salir. Ayudemos.

Deimos llega a mi izquierda y repite mis acciones. Luego Elek, que suelta una frase:

— "La duda es la madre del descubrimiento".

—Hoy estás bien filosófico — le dice Minkabh y trata de ayudar poniendo sus manos delicadamente sobre la pared.

Fobos se queda de pie mirando lo que hacemos sin mover un músculo. Hasta que detiene a Teo del hombro antes de que toque una esquina baja de la pared a mi derecha. Se me queda viendo por unos segundos antes de propinar una gran patada, esta hace un sonoro crujido y todos nos apartamos.

—Deimos, ayúdame con esto.

Ambos hermanos se ponen manos a la obra y comienzan darle golpes a la piedra débil que cae a pedazos a sus pies. Unas tres veces más bastaron para que un hoyo bastante amplio se hiciera presente y nos dejara ver la luz del sol dando en el pasto.

—Genial, lo lograron chicos.

Saltamos de alegría y todos me felicitan.

—Tenías razón.

El misterio de los elegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora