Capítulo 11

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Siento que todo se está saliendo de control. Lo que antes pasaba desapercibido, ahora es nuestra realidad. Quizá mi mente se mantenía dormida y no captaba todo lo que en verdad pasaba alrededor. Quizá antes no existía nada de esto y ahora decidió atormentarnos, o tal vez todo está mal y es nuestro destino.

Este era un horizonte infinito de incertidumbre, en el que debo caminar hasta despertar y enfrentar la realidad.

Justo ahora iba en camino a la casa de Teo para aclarar lo que sucedía. Recibí una llamada de su parte ésta mañana, supongo es debido a que  decidí saltarme las clases. Pero ya no podía dejar de darle vueltas al asunto.

En casa mentí diciendo que estaba enferma y esperé a que se fueran para poder salir.

Me encontraba caminando en busca de la casa de mi amigo. No sé si lo que estoy haciendo sea lo correcto. Iba a hablar a solas con la madre de Teo y estoy segura de que no le gustará nada mi presencia, pero eso es una de las realidades que debo enfrentar para llegar a lo que quiero.

Toqué la puerta con toda la seguridad que pude reunir, ella abrió enseguida y me dio una mirada de pocos amigos.

—Tu otra vez —dijo de mala gana.

—Bueno a días, señora Estela. Necesito hablar con usted.

—¿Qué quieres niña? ¿Dónde está Teo?

—Vine sola ¿Puedo pasar?

Ella dudó un momento, pero a pesar de odiarme, sabía que debía ser importante. Así que con una mueca en su rostro se hizo a un lado, dejándome pasar.

—Gracias, no estaría aquí si no fuera por algo importante.

—¿Y qué es eso tan importante? —se cruza de brazos.

—Ayer hablé con el concejo sobre el cambio que está teniendo la tierra.

—¿Y?

—Es grave, ¿No ve las noticias? Nos estamos deteriorando poco a poco.

—Eso es normal, niña. Si lo que te preocupa es morir, no te preocupes por eso. Deberías temerle más a los Oklas, ellos te pueden quitar la vida en cualquier momento.

—No, no me está entendido. Esto puede acabar con todos, está comenzando y va muy rápido. Necesitamos ayuda de los Dioses para sobrevivir.

—No se a donde quieres llegar — se hace la desentendida y camina hacia el sofá verde— apuesto a que se negaron a intervenir.

La madre de Teo se estaba burlando de mí. Quiero razonar con ella de alguna manera, porque sé que es la única mortal que ha tenido contacto directo con un Dios.

—No quieren ayudar, pero debe haber una manera de lograr un acuerdo o algo. Por eso vine a usted.

—¿Y yo como te puedo ayudar en eso? ¿Me ves cara de Diosa?

—No, pero si de la que estuvo enamorada de uno. Y quizás usted pueda comunicarse con él y…

—¿Qué dices? —me interrumpe alterada — ¿Cómo tienes el descaro de pedirme algo así? Yo no he vuelto a ver a ese hombre desde el nacimiento de Teo y tampoco quiero saber de él. ¿Qué no entiendes? A ellos no le importamos en lo más mínimo, no hay forma de que nos ayuden.

—Entonces, si es así como dice, no tiene sentido que les reporte cada mes lo que pasa aquí. Tiene que haber alguno de ellos que no esté de acuerdo.

—¿Acaso crees que yo lo sé?  Ellos te han estado utilizando muchos años y no sé para qué fin.

Ella se sienta y toca su nuca con estrés.

El misterio de los elegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora