Capítulo 42

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Intento pasar la barrera innumerables veces, pero no me detengo. Verla ahí tirada me servía de empuje. Debo parecer un jodido maniático y me da igual. Mi hermano está haciendo su trabajo, aunque se le escapan uno que otro que intentan detener lo que hago. Mientras que con una mano sigo golpeando el campo, con la otra lanzo cuchillas que terminan inmediatamente con cualquiera. Lanzo una sin ver, que termina en el suelo, ya que esa persona esquivó bastante bien mi tiro. Cuando volteo, veo a Minkabh, que me mira con su particular disgusto hacia mí. La egipcia llevaba su atuendo manchado de sangre, lo que me dice que ha peleado fuertemente para abrirse paso hasta aquí. Es ruda, lo admito. Ha sido la primera de los demás en llegar.

-Quita tus ojos de mí.

-Iba a decir que por fin llegas, pero ya me quitaste las ganas.

-Jódete, Deimos - rueda los ojos - ¿Necesitan una mano?

-Te agradecería si eliminas a los idiotas de Hécate. Yo saco a Cass.

Ella observa detenidamente lo que hago y luego posa sus ojos en mí. Cuando le devuelvo la mirada, solo se limita a asentir y largarse con la gracia de un felino, tranquila y elegante. Rápidamente se une a mi hermano y elimina a tantos como puede.

Cuando regreso mi atención al campo de protección me doy cuenta de que le he hecho una fisura, ya que una luz azulada comienza a materializarse, tal cual como debería ser un campo al rededor de Cass. Ahora más que nunca golpeo con rapidez, apurado por atravesarlo.

-¡Aquí voy, Cass! - grito antes de dar unos pasos atrás para tomar impulso. Respiro hondo haciendo que el arma en mi mano se convierta en un hacha. La palpo en mis manos y al llevarla tras mi espalda, me acerco y de un solo movimiento, la entierro en la fisura.

Inmediatamente este termina lanzando chispas, por lo que cubro mis ojos. Al echarle una mirada unos instantes después, veo que se desvanece hecho trizas. No demoro en entrar al círculo y acercarme a ella a paso rápido. Tan pronto como estoy a su lado la pongo en mis brazos. Está tan helada y frágil, que remueve sentidos que no sabía que existían. No aguanto la tentación de pasar mis dedos suavemente por su rostro, apartando sus cabellos rebeldes. Ella se mueve un poco hasta que por fin abre los ojos. Inmediatamente se torna confundida al ver quién es el que la sostiene. Pero luego hace algo que sólo ella es capaz de hacer. Se sienta y cubre mis hombros en un abrazo. Pienso en evadirla como la primera vez, sin embargo no quiero desperdiciar este momento. Así que antes de que me suelte por completo la acerco para devolverle el abrazo con un apretón. Quiero decirle tantas cosas, serle sincero y joder mi reputación. Ser humillado por siempre como un marica que se asusta por la vida de otra persona, que no soy yo o mi hermano. Mi desgracia es que solo puedo abrir la boca, sin palabras que puedan salir, porque justo veo que entra el único en toda la habitación que se roba la atención de la pelirroja.

-¿Cass, estás bien? - le pregunta con ese estúpido tono de preocupación.

-No puede ser...¿Teo?

Ella se desliza fuera de mis brazos, dejándome impotente. La veo levantarse como un resorte y correr a los brazos de su mejor amigo, que convenientemente aparece de la nada como un héroe. Sabah viene con él y a un lado veo a Elek, quién se ve descontento. Minkabh y Fobos controlaron la situación dejando todo despejado. Los cinco nos quedamos en silencio viendo como esos dos tenían su basura de momento feliz. Odio esto, ya estaba más que satisfecho cuando Teo desapareció. ¿No se podía quedar más tiempo bajo el agua? No sé, ¿toda la vida?

-¿Dónde estabas? Te fuiste sin más - le dice ella con felicidad. Lo cual es como un golpe para mí.

-Lo siento, tenía asuntos por atender. Vine tan pronto como escuché de ustedes - la vuelve a abrazar.

El misterio de los elegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora