Tres días después...
Me encuentro sentada viendo por la ventana en una habitación solitaria. El cielo estaba despejado sin nada que me distrajera de la luna, y el silencio casi me hacía sentir relajada. Me gusta tener un pequeño tiempo para mí sola y así poder pensar. La luz de la luna alumbra con gran belleza, dándome cierta nostalgia. No sé si es el lugar o los momentos que he estado presenciando desde que todo comenzó, pero la noche ha tomado un significado diferente. Por mi mente no deja de pasar cada situación que la oscuridad ha dejado, de algún modo, esclarecer. Siempre pasan cosas horribles de noche, incluso cuando ignoraba este mundo tan complicado. Es curioso como lo malo se apoderaba de algo tan bonito como la tranquilidad que trae la llegada de la luna.
Claro, sin importar la hora, corre sangre o surgen traumas. Pero a veces en el fondo me gustaría tener una vida de ignorante, una en la que no tenga ni la menor idea de lo que realmente nos rodea y que mi mayor preocupación sea que mis uñas se dañen al lavar los platos.
Miro mis manos. No están ni lo más decentes posible. Uñas apenas creciendo y todo debido a que vivo rompiendolas sin darme cuenta. Aquellos días en los que mi cuidado personal era valioso, ahora quedan atrás. Ya ni sé lo que es verme a un espejo y con eso digo todo.
—¿En qué tanto piensas?
Doy un pequeño brinco del susto al escucharlo llegar y él levanta sus manos.
—No llegues así, avisa al menos.
—Será para la próxima.
Aprieto los labios viéndolo caminar hacia mí. Entre tanta oscuridad se podría fácilmente confundir a los gemelos. Espero a que la luz natural le ilumine el rostro en cuanto se posa al frente mío.
—¿Buscando la respuesta a tanta belleza? — habla engreído. Y ahí está lo que necesito para saber que es Deimos.
—¿Belleza? ¿Donde? — bromeo como si buscara a alguien detrás suyo.
Sus ojos grises analizan mi rostro y la comisura de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa. Se pasa una mano por el cabello y niega con la cabeza.
—Esta bien, sigue fingiendo que estás ciega. Estoy seguro de que un día aceptarás que soy la competencia de Eros.
Me señala con su dedo índice acompañado de esa mirada que dice: "Mi autoestima es más alta que el Everest".
—Eso no pasará, ni aunque tenga un pegazo.
—¿Quieres un pegazo? Porque te lo puedo conseguir.
—Consiguelo, pero de igual manera no te diré mentiras.
—Eres dura — da un paso adelante con sus ojos pegados a los míos.
—¿No te han dicho que la verdad duele?
—Nunca había escuchado esa frase — da otro paso quedando peligrosamente cerca de mí. Por instinto retrocedo lo poco que puedo y quedo contra la ventana.
—¿Que intentas? — pregunto cruzando mis brazos contra mi pecho.
—Nada, ¿te incómoda que me acerque?
—No.
—Bien — escanea mi rostro sin vergüenza, poniéndome algo nerviosa. Rayos, ¿yo poniéndome nerviosa por Deimos? Digo, sus ojos no se apartan de mí y eso es raro — Hace un rato te veías muy pensativa ¿ A qué tanto le das vueltas?
Trato de mostrarme lo más serena posible y que no note que me afecta su cercanía. Así que sin apartar mis ojos de él, hablo con tranquilidad.
—Cosas, nada extraordinario.
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El misterio de los elegidos
FantasíaCassandra siempre supo que su collar era especial, pero nunca imaginó que también era una sentencia de muerte. Desde que nació, ha escuchado las voces del Consejo del Olimpo, dioses que le susurran secretos prohibidos y exigen su silencio absoluto...