Capítulo 39

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El sol sobre nuestras cabezas nos baña intensamente desde que emprendimos el viaje. El plan no estaba claro, solo sabíamos que debíamos reunir las piezas para lograr nuestro objetivo.

Los gemelos estaban muy callados acerca de la dirección que tomamos. Desde que desciframos a otro de nuestros enemigos y lo que planea, nos hemos visto en la necesidad de huir de esa enorme propiedad, dejándonos sin muchas opciones. La falta de información de parte de los chicos me tiene inquieta, pero trato de dejarme llevar. No quiero estar paranoica y poner a los demás con los nervios de punta.

—¿Falta mucho? —pregunta Elek por décima vez desde que empezamos el viaje a quién sabe dónde —ya mis piernas me están fallando.

—¿Puedes callarte? —Fobos se detiene bruscamente para encararlo —. Vuelves a preguntar una vez más y juro que te mato.

—Ten compasión, hemos caminado por horas sin detenernos.

—Una de las muchas desventajas de ser un mortal —le informa el otro.

—Elek tiene razón, hay que descansar —lo apoya Sabah y luego se sienta inmediatamente en el pasto —. Tengo hambre, ¿ustedes no?

—Yo también — alzo la mano y copio su acción.

Mi estómago ruge desde hace una hora y no se detenía. Me decepciona no tener la capacidad de apagarlo cuando quisiera. Que desgracia.

Hemos recorrido un largo camino desde que partimos al amanecer, y ya parece ser casi el mediodía. De paso no sabemos que tanto debemos seguir. Los chicos están sumamente frustrados. En lo poco que nos hablado, solo dicen querer encontrar la forma de unir el libro y no arriesgarnos demasiado, pero todos sabemos dentro de nosotros que eso no sería posible. Desde que estamos juntos, solo hemos puesto nuestros cuellos en riesgo.

—Cass, haz lo tuyo. Tenemos hambre— la demanda con la que él me lo pide me hace alzar las cejas.

—¿Por que no mejor vas cazar, Deimos? Parece que hay liebres cerca.

Al parecer estaba de muy mal humor, porque toma mi ironía como un insulto. Me da una mirada de pocos amigos y se sienta de espaldas, lejos de todos nosotros. ¿Y a este que le pasa?

Miro a los demás buscando una explicación, los cuales se encogen de hombros sin tener idea.

Bueno, manos a la obra.

—¿Que tipo de fruta quieren?

Sí, ahora me doy el lujo de crear cualquier árbol, planta, arbusto o lo que fuera. Si pude hacer crecer un manzano, puedo con lo que sea.

—Cualquiera que sea fácil de comer, por favor —me suplica Elek.

Con las manos puestas sobre el césped me imagino un gran árbol saliendo de la tierra. No hace falta mucho esfuerzo para que de a poco salgan brotes. El césped se abre dandole el paso al árbol, que crece a una velocidad antinatural. Siendo útil para comer y para darnos sombra. La fruta cuelga de las ramas, listas para ser alcanzadas, cosa que mis amigos agradecen.

—¿Que esperan? a comer —me levanto y corro hasta el árbol a unos metros de nosotros. Elek pasa a mi lado como una bala y da un gran salto intentando tomar un mango, pero no lo logra.

Suelto una carcajada.

—No te burles de mi desesperación —se ríe conmigo.

—¿Te ayudo?

—Porfavor.

Estiro la mano en dirección a la rama y esta baja directo a mí. Tomo varios y se los paso al hambriento Elek, que recibe la fruta con grandes ojos emocionados.

El misterio de los elegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora