Capítulo 4

61 15 0
                                    

La duda me estaba matando. No podía ver, ni escuchar nada. Intenté regresar, pero era imposible. Solo me quedaba esperar que no los mataran.

—¡Teo! — grité desesperada.

Entonces, una cabeza se asomó. Era el chico que me buscaba con la mirada, cuando me vio gritó aterrorizado.

— ¡Ayuda, Sácame de aquí!

—¿Que pasa? Bajen ya, no puedo seguir en la misma posición por más tiempo.

— ¡No podemos! —hizo unas señas extrañas— ¡el fortachón despertó!

<<Mierda, eso es malo>>.

—¡Haz algo, Ayúda a Teo! —le grité.

—¡No me grites! Voy a morir aquí, tu huye mientras puedas.

Pasaron los minutos y mis piernas ya querían fallar. Tuve que moverme al techo más cercano para poder esperarlos.

Después de un rato, el chico era el primero en salir por la ventana y con mucha dificultad lo logró.
Trató de deslizarse con cuidado, pero a juzgar por su rostro, podía intuir que estaba siendo muy valiente en ocultar el miedo que tenía a las alturas.

Llegó hasta mí e intentó abrazarme y yo rápidamente lo esquivé.

Está loco si piensa que algún día lo voy a dejar tocarme.

—¿Dónde está Teo?

—¿Estabas así de preocupada por mí? —su pregunta hizo que lo mirará con el ceño fruncido.

Tenía su sonrisa de Don Juan y la única respuesta que obtuvo fue un golpe en el brazo.

—¡Auch! —se quejó.

—¡Responde mi pregunta! —le dije harta de su estupidez.

—No se tarda —me respondió mientras se sobaba el brazo—,mira ahí viene.

Volteé rápidamente y lo vi salir sano y salvo.

Cuando llegó hasta nosotros me apuré a darle un gran abrazo.

—Estas bien —suspiré aliviada. No sé que haría si algo le llegara a suceder a mi mejor amigo.

—No puedo morir, eso es claro —bromeó— además, no te dejaría sola en este mundo— me abrazó más fuerte.

Sonreí. Nunca he dudado de sus palabras.

Un resoplido aburrido de parte del chico hizo que me separara de mi amigo.

—Que lindo momento, pero es hora de irnos.

—Vamos — les hice una seña para que me siguieran y caminé al borde del techo.

Busqué una parte en la pudiéramos saltar al siguiente tejado.
Estaba un poco a la izquierda y los chicos me siguieron. Di un pequeño salto al tejado de abajo y luego, de un último salto llegué al suelo.

Era sencillo. Bueno, para mí.

Después de caminar alrededor de la universidad, encontré la salida que mi hermano me había enseñado un par de años atrás.

Era una pequeña reja de color negro que no estaba a la vista de los estudiantes, ya que solo era para el personal de limpieza. Habían unas ramas secas alrededor de esta que hacían difícil el paso, pero es lo de menos.

Al salir nos despedimos del chico que ahora recuerdo su nombre, gracias a Teo.

Elek, el Don Juan. Que ahora descubrimos, era un joven pudiente debido al lujoso auto en el que se fue. Nos quiso dar un aventón, pero lo rechazamos por la obvia razón de que no vivíamos muy lejos. También, lo hicimos para disfrutar de la fresca noche y despejar nuestras mentes.

El misterio de los elegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora