Epílogo

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Dígale

Narra Pohl

—¿Aiden dónde estás?

—¿Quién habla?

—Camila...

—¿Cuál de todas?

—¡Eres un cabrón!

—Gracias.

Cuelgo la llamada y continúo con mi  partida de billar, siento el calor del cigarro quemar mis labios por lo pequeño que se encuentra; así que antes de jugar lo aplasto contra el cenicero.

Aldo está muy callado y pensativo, incluso más que yo, quizá porque este sea la cuarta vez que le gano.

—Marica, no vayas a llorar si te gano otra vez.

—Cállate maje, no es por eso que estoy así. Ya me aburrí, me voy a casa a dormir.

—¿Qué te pasa?

—Te dije que viniéramos porque hace unos días me enteré de algo que leí en un periódico; pero creo que no tiene caso.

—Entonces si no me vas a decir no te la des de intenso y misterioso, ya pareces culo y no un hombre.

—Si, ríete que yo me voy a reír más cuando te cuente, ¿Sabes qué? Come mierda, para que veas que me vale verga ya no te cuento.

—Puta maje, hoy si te pegaron fuertes las cervezas, por cierto ya llevas once, no te dejare manejar así.

—Es que necesitaba valor para lo que te voy a decir, pero quizá no es conveniente, digo... Por ella, tu me importas poco.

—¿Ella quién, Camila?

—¿Y yo que se quién putas es Camila? No me interesa. De Vania estoy hablando.

Me detengo a centímetros de golpear la bola de billar, con solo escuchar su nombre siento tanta rabia, que aprieto tanto el palo hasta que mis dedos duelen. No puedo ni escuchar su nombre, ella me pone mal en todos los sentidos. La única que me ha hecho llorar, amar y odiar como lo hago.

Ella me dejo, dijo que me amaba y se que no mentía, pero se fue.

—Ah, si ¿La que dijo que se ama más a ella que a mi? Pues yo hago lo mismo.

—Si, lo sé. También tu la amas más a ella que a ti.

—Que gracioso andas esta noche, ¡Cállate si no vas a seguir jugando, no quiero saber nada de ella y lo sabes!

—Tienes razón, ella no merece que le vuelvas a joder la vida. Ahí estás de idiota con una novia que no quieres, solo por darle gusto a tu papi y para colmo, un amargado infeliz. Los dos se tratan mal y viven como desgraciados, eres mi amigo y por eso me importas y quiero lo mejor para ti.

—Será mejor que tomes un taxi cuando te vayas.

Dejo a un lado el palo de billar junto con unos billetes y sin nada más que decir, dejo a mi amigo ahí parado con la palabra en la boca.

Ruptura del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora