Capítulo 28

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Perdón

Salgo del hotel con mis piernas temblando, ahora que estoy fuera ya no tengo que ponerme la máscara de potra, estoy a un micro puntito de llorar. Verlo fue un quiebre en la muralla de hielo que construí todo este tiempo.

No logró estabilizar mis latidos, ni mi respiración. Es un cínico, como se le ocurre que después de tres años, al señor se le da la gana darme la cara. Tengo que salir de aquí.

Busco mi celular en mi bolso y no lo encuentro, me siento descontrolada y nerviosa. Camino hacia la calle directo a parar un taxi, cuando una vos tras de mí me detiene.

—¿Qué crees qué haces mi amor?

«¿Mi amor, y a este maje qué le pasa?»

—¿Y tú eres? —Le digo, mientras lo veo como cuando una mira un pelo enredado el queso de tu porción de pizza.

—Ethan Kock, fiel y eternamente admirador tuyo mi princesa.

¡Mmm... Ña! El chico es atractivo, pero a leguas se ve que es un reverendo imbécil, hijo de papi. Siempre me han caído mal este tipo de cretinos. A mí me gusta un hombre derecho que se la juega todo por sí solo en la vida, independiente y seguro de lo que quiere, que le haya costado todo a él solito, para que valore lo que tiene.

—No estoy interesada, pero gracias por los halagos.

—¡Pe... Pero allá dentro me pediste que te llevará a tu casa!

—¿Así? Bueno, con la pelea y todo creo que no me di cuenta. Gracias de todas formas. Buenas noches Pheiton.

—¡Me llamo Ethan!

—Bien por ti cariño, adiós.

Me subo al taxi dejando atrás al muñequito de pastel de bodas. Le doy la dirección al taxista y me sumerjo en mis pensamientos.

¡Aiden carajo Pohl! Debo sacarlo de mi cabeza, justo ahorita siento como mis heridas se abren y comienzan a sangrar. Una que casi había cicatrizado y que debes en cuando dolía. Tengo que llamar a Frank, no lo vi en el desfile, creo que no llego, nunca lo hace. Me quiere pero sé que no le gusta lo que hago, pero lo respeta. Al igual que yo respeto su vocación para estudiar teología y servir a Dios. Cada quien.

Le llamo desde el taxi, necesito que vaya a mi apartamento. Estoy intentando de nuevo y una llamada de Grace cae en el momento.

—Bichis, ¿Dónde estas?

—En un taxi camino a casa.

—Hay Vania. Siento tanto que tuvieras que ver al desgraciado. Está bien bueno el condenado, pero es como un vicio que te va a terminar haciendo daño. Nosotros vamos para allá también.

—Quédense y diviértanse, no lo hagan por mi.

—Lo hago por ti y mis preciosos pies. También Oscar está cansado, mañana tiene clases.

—Vale, ahí los veo —Me muero por preguntarle por él, pero conociéndola me va a mandar a mandarilandia.

Cuando llegó a casa me voy directo al baño a meterme a la ducha. Enciendo la regadera y me quedo viendo como el agua desaparece por el resumidero, siento como mis ojos se llenan de lágrimas por todo lo qué pasó. Justo ahora tengo miedo de salir de aquí, de volver a encararlo, tantas veces que ensaye que le diría el día que volviera a verlo y todo se me olvido en el momento. Ahora entiendo porque Aldo estaba ahí, Pohl estaba con él y menos mal que no lo vi en el momento del desfile, lo más seguro es que me hubiera puesto nerviosa. ¿Porqué no se puso feo, pelón y gordo en estos tres años? Tendré que esperar unos 10 años más y tal vez así se me pase lo que sea que siento por él.

Ruptura del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora