CAPÍTULO 41

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Narra Lucero:

Estaba en mi auto, no había salido ninguna lagrima en el camino hacía su casa. Lo único que pasaba por mi mente era decepción, ¿Sería capaz de contraer matrimonio sin amar? No la creía tan pendeja, una parte de mí sabía que no era posible que ella contrajera matrimonio con Jaime y menos con él. Pero la otra parte dudaba de ella hasta el fin.

*Samay & Jaime*

-          ¿Y cómo está tu mamá?

-          Pues mal, ella no estaba de acuerdo en esta mentira…

-          Precioso, neta que saldremos de esto…

-          Yo lo sé, Samay..

-          Me duele en el alma, mi mamá debió decirme antes…

-          No la culpes, creyó que se pondría mejor antes de que tú te enteraras… es comprensible ¿no crees?

-          Sí, pero mínimo nos hubiéramos ahorrado esta mentira del tamaño del mundo…

-          Eso que ni qué, pero tranquilo saldremos de esto..

-          Vas a ver que sí…

No podía creer esto, Jaime devastado en mis brazos, y yo con el mundo encima… ¿Qué más podía suceder?, nada… nada!!!!

Mi mamá se quedó dentro de la casa, mientras Jaime y yo hacíamos planes para casarnos, y después divorciarnos, tenía que ser lo más pronto posible o no podríamos cobrar la herencia. Platicábamos y se escuchó que un carro se estaciono en la casa de a lado, lo curioso es que en la casa de lado, nadie estaba viviendo, suena mi celular y era ella. ¡OH DIOS MÍO! ¡Ioh carajo! ¡oh madre de las pizzas! Ya chupé farooooossss…!!!!!!!!!!!!!!

No sabía si responderle, es decir obvio estaba en mi casa, y ella lo sabía pero no sabía qué le iba a decir, seguramente me vendría a preguntar sobre lo de mi compromiso con Jaime. ¡Baaaah!

No respondí, y mejor decidí salir.

No sé cómo tomé la pinche decisión de salir, porque las piernas me temblaban, el corazón me palpitaba a mil por hora, y las manos me sudaban, al verla no sabía cuál sería mi reacción o peor aún la de ella, quizás me mataría, quizás traía consigo un ladrillo y me mataría.

Abrí el portón, lo cerré y me dirigí a la casa de a lado, el celular seguía vibrando y yo ya había derramado la primera lagrima, y no era porque ella estuviera aquí, sino porque ya habían sido muchas mentiras, ya estaba harta de todo este rollo, estaba harta de mí, de mis tonterías, ¿En realidad que hubiera sucedido sino la hubiera conocido? ¿Qué hubiera pasado? ¿Qué no hubiera sucedido? ¿Qué estuviera haciendo? ¿Viviría un poquito más feliz? ¿Lloraría menos? ¿Quién sería Samay Rodríguez en estos momentos? , tantas preguntas, tantos hubiera y no tenían respuesta alguna, pero todo lo olvidé al ver su cara, al verla a los ojos, al estar ahí frente a ella.

Su cara lo decía todo, simplemente la hubieran visto, era increíble cómo estaba… estaba llorando, al verme se quitó la gorra y pronunció ¿Es cierto, es cierto que ya no vas a ser mi princesa? Y comencé a llorar a mares, su carita me hacía débil, muy débil.

-          ¿Quién te dijo esa pendeja? – le dije mientras me acercaba a ella-  Yo siempre voy a ser tuya… - Repito, me hacía débil, débil hasta los huesos-

-          Samay, ¿Por qué?... vi ya sabes… - su mirada se dirigió a mi mano y bueno lo que ella sospechaba estaba ahí brillando en mi dedo anular- vessss… no me puedes estar mintiendo a mí, no a mí…

Crónicas de una HeteroflexibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora