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Otro día más en la escuela, otra clase en la que no quiere estar. Le hace caso a su yo interior y pasa de largo la puerta del salón al que debería entrar, y esconde la mirada detrás de sus mechones de cabello en caso de encontrarse a alguien con quien comparta esa clase o al mismo maestro encargado.

Pasea los pasillos vacíos y baja varias escaleras. Toma la decisión de que sería mucho mejor no estar por ahí en caso de ser vista y termina yendo a la cafetería.

Pasa las puertas hacia el jardín lleno de bancas metálicas que no brillan por la ausencia de sol. Parpadea un par de veces al divisar a alguien sentado no tan lejos de donde ella está y abre los ojos cuando aquella persona gira, la mira extrañado y le hace una seña de que se acerque.

—¿Edward?

—¿No deberías estar en clase? —su tono es serio, pero sus ojos dejan ver una ligera calidez.

—Pregunto lo mismo —esconde las manos dentro de los bolsillos de su gran abrigo y empuja sus puños hacia abajo, tensando la prenda.

Touché —se desliza hacia un costado del asiento para luego hacerle una seña con la cabeza. —Siéntate, por favor.

El frío material de la banca traspasa la tela de sus pantalones. La sensación no es tan mala en realidad.

Un par de chicos pasan cerca suyo, con la misma mirada curiosa en ellos. Cada que los ve, es como si la juzgaran solamente por el hecho de respirar el mismo aire de un Cullen.

—Siempre tienen la misma mirada —Oly regresa su atención al castaño cobrizo. —Siempre, ahora más cuando hablamos contigo.

—Oh, y-yo lo siento... —traga fuertemente antes de ser detenida.

—Me expliqué mal —Edward niega rápidamente después de percibir los pensamientos de la chica. —No es por ti. Todos nos ven como si fuéramos los fenómenos de un circo. Como si fuéramos personas extrañas que no pertenecen aquí.

—Es que lo son —suelta demasiado rápido esa idea no bien estructurada en su mente.

—¿También nos ves cómo fenómenos? —su mirada se endurece, su voz se vuelve tan fría como su piel.

—No quise decir eso. No me refería a ese término —Oly contesta suavemente, con la pena escrita por toda su frente. En vez de levantarse e irse de ahí, Edward se permite quedarse unos segundos más. —Sin duda son extraños. Diferentes, pero eso no quiere decir que sea algo malo.

—Explícame tu idea.

—Son... demasiado para este pueblo, para la gente que vive aquí. No creo que ellos logren comprender quienes son, tal vez porque sus mentes son demasiado cerradas para ver más allá de lo que conocen —las ideas se arremolinan en su cerebro. Por suerte, Edward comprende a lo que quiere llegar. —No entiendo por qué todos están tan empeñados en ver las cosas diferentes como algo erróneo. Yo creo que, en realidad, esas mismas personas son quienes están mal.

Hello, stranger ━━Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora