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La arrastran por la tierra, cortando y raspando sus pies descalzos. La sujetan por el cabello; la jalan tan violentamente que es imposible que su cuero cabelludo no se haya desprendido. Es lo suficiente obscuro para no distinguir ni una sola pista que le indique en dónde está o quién la tiene, y está lo suficiente aturdida para no ser capaz de detenerle.

En un abrir y cerrar de ojos, salió de su habitación, volando, víctima de unas manos fuertes y letales. Tal vez su cuerpo se apagó en algún momento ya que, cuando parpadeó la siguiente vez, la arrastraban por un bosque desconocido y desolado. Y ni sus intentos de gritar funcionaron; su garganta no volvió a funcionar ni en su momento ni ahora.

Sigue golpeándolo, retorciéndose de su agarre, en vano para poder escapar. La persona solamente la sacude con brusquedad y continúa con su camino, enfocado en nada más que en alejarse lo necesario.

Parecen horas, días que la arrastra sin piedad, pero no es el caso. Sólo han sido minutos desde que la sacó del hospital.

Minutos convertidos en infierno.

El estruendo de las llantas de un camión la vuelven a sobresaltar y la hacen abrazarse con más fuerza contra el árbol. No gira, consciente de que la carretera sigue igual de lejos que hace diez minutos, cuando otro camión la asustó al sonar el claxon. Se acomoda sobre su costado, enfocada en mantenerse lo más inmóvil posible.

Pero, ¿hasta cuándo será capaz de hacerlo?

Se eleva cual pluma en el aire sólo para impactar contra el primer tronco a su derecha. Es testigo del crujir de sus huesos y del palpitar de su cabeza que la debilita. Se impulsa hacia arriba, pero un pie patea sus costillas, y vuelve a volar.

—Supongo que aquí está bien —no distingue nada en esa voz: arrepentimiento, culpa, lástima. Es monótona, inexpresiva.

Cierra los ojos por el dolor que se extiende por su torso y que le impide escapar. Es una sensación aguda, si eso tiene sentido.

—Por favor... —su propia voz podría hacerse pasar por porcelana debido a su fragilidad. —Para...

Camina en círculos alrededor de ella, inspeccionando cada detalle, pero Oly no puede verlo. Su vista está nublada y sus sentidos ya comenzaron a fallar.

Sin duda, hay algo agradable en ella. Como una bruma apenas notoria que hace sonar algo en su cabeza. Y si le quitara la debilidad en su voz por el dolor que le causa el haberle roto dos costillas, probablemente distinguiría la calidez desprendida al hablar.

—Por favor —las lágrimas han salido sin aviso, pero no son sorpresa. —P-por favor...

No tiene idea de qué le está pidiendo. ¿Qué pare? ¿Qué termine su sufrimiento?

Hello, stranger ━━Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora