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El primer día sin ellos fue extremadamente raro. Tan raro que, de cierta forma, pareció normal.

Apenas él soltó esas palabas, igual de hirientes como balas, Oly no se volvió a mover de su lugar. No se movió cuando Jasper caminó hasta el auto, tampoco cuando desaparecieron de la acera y mucho menos cuando comenzó a llover con más fuerza.

Quería moverse, pero no podía. Sus músculos se habían endurecido cual estatua y el más mínimo movimiento la rompería en mil pedazos. Estallaría. Tenía miedo de jamás lograr pegar de nuevo los restos esparcidos por el frío piso lleno de agua.

Pero lo hizo, porque no tenía otra opción. Se metió a la cama y se mantuvo de esa manera hasta que apareció la noche y fue reemplazada por el sol.

Obviamente, su mesa en la escuela reclamada por ellos mismos estuvo vacía. En ningún momento vio a Emmet en Química, ni a Alice por los pasillos ni la mirada de Jasper detrás suya. No aparecieron, pero su mente seguía tan desconectada que ni reparó en ello.

Participó en la mayoría de las clases, casi en todas respondió bien las preguntas de los maestros. Habló con sus amigos, hasta hizo bromas. Bella también estuvo desconectada del mundo; en cambio, en ella si se notó que algo andaba terriblemente mal.

Hizo tareas, limpió la cocina como todas las noches y fue a dormir.

Fue el segundo día en que Oly cayó en cuenta. Fue peor el segundo.

Se habían ido, dejaron Forks. Jasper no volvería, ninguno lo haría. Habían dejado todo. Incluida ella y Bella.

Un doloroso click en su mente hizo eco. Dejó su posición en el partido de volleyball y salió corriendo después de tomar sus cosas. De nuevo, ningún rastro de los Cullen en la cafetería ni en ninguna otra clase. Se obligó a asistir a Historia con la punzada de que tres de ellos debían estar ahí mismo, junto a ella. Nadie notó que no abrió el libro y que mantuvo la mirada en sus manos en esa hora, no haciendo más que seguir las líneas sobrepuestas de sus palmas con sus ojos.

Salió despedida de la escuela apenas sonó el timbre. Chocó con alguno que otro estudiante y no se detuvo por ninguna de las exclamaciones extrañadas de sus amigos. Corrió y corrió hasta que llegó a su casa y, apenas dio un paso dentro de su habitación, todo se desplomó.

Y lloró como hacía mucho no lo hacía. Y gritó como si su vida dependiera de ello. Gracias al cielo los vecinos próximos estaban demasiado alejados de su casa porque ni se molestaría en querer dar una excusa creíble ante sus aullidos. Se alteró hasta el punto que ya no supo qué más hacer, pero seguía con ese gigante hueco en su pecho, por lo que siguió durante las siguientes horas.

Demian llegó a casa ese día y se extrañó que ésta estuviera en un profundo silencio. Subió las escaleras con cuidado hasta la planta de arriba donde encontró a la joven sentada en el piso alfombrado de su habitación a obscuras, descubriendo su presencia por la intensa luz de la luna entrando por la ventana.

Hello, stranger ━━Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora