el dilema de la vela enfrascada

33 8 4
                                    

Un Silencio lleno de culpa, llanto y odio hacia el cruel destino se creó de repente.

Sentí que mi cuerpo caía en picada, como en una montaña rusa, haciendome experimentar una sensación horrible de terror mientras la veía sin vida, atada y desfigurada cruelmente ahí.
Juro que nunca en mi vida deseé tanto retroceder el tiempo como en ese momento, para tener una segunda oportunidad para salvarla cuando siempre tuve una.
Se me retorció el corazón de tanta culpa que sentía con tan solo recordar todo el tiempo en el que podía estar buscando una forma de salvarla, pero estaba con mi papá muchas horas divirtiendome despreocupado, mientras Marisa pudo haber estando pasando cosas que ni siquiera quisiera imaginar.

De repente, en ese preciso momento, un un profundo pensamiento oculto desde lo más profundo de mi alma, apuñaló mi mente.

-Otra vez he roto el cristal -Susurré sin querer con una voz muda debido al llanto.

Supuse que los chicos no me escucharon, ya que ni se inmutaron cuando dije aquellas palabras que se escaparon desde un fondo oscuro de mi ser.

Mientras golpeaba el césped con ira y frustración, sintiendo demaciada impotencia, pude ver repentinamente esa escena en mi mente una vez más, la vela desprotegida con su pequeña llama luchando por quedarse encendida en medio de una fuerte tempestad.

"Otra vez he roto el cristal" me repetía mi mente sin parar, una y otra vez como un disco rallado.

Así me veía en ese momento, otra vez atrapado en el dilema de la vela enfrascada, un cálido lugar donde esta puede estar a salvo, donde no hay tormentas fuertes que puedan traspasar el frasco para apagarla.
Sin embargo, así como nada puede entrar, tampoco nada puede salir, mucho menos su calidez, lo único que puede salir es su Luz, pero nunca su calor.
Pero el gran problema está cuando esta decide romper el cristal del frasco y abandonarlo, su zona de confort, y encarar el mundo exterior, pero sabe muy bien que no puede, sabe que es muy peligroso para ella, que cualquier viento puede apagar su fuego fácilmente.

Si mi memoria no falla, transcurrieron unos 40 minutos en los que solo estábamos paralizados en la mitad de la oscuridad de un tétrico bosque, llorando por absolutamente todo, una cosa es contarlo, y otra cosa es estar allí en medio del pánico extremo, donde no puede haber ni una luz de esperanza en medio de una inquietante tiniebla.

Mis piernas temblaban y no podía moverme del todo bien.
Nos costaba procesar todo lo ocurrido, estábamos en shock durante esos 40 minutos, y ni hablar de Denzel, que al parecer, comenzaba a tener alucinaciones también, luego de que hayan pasado como media hora de que haya succionado un poco la toxina que tenía en mi herida.
Decía cosas inconclusas como "Nunca lo harían" o "eso no tiene sentido" entre otras, pero la que más me llamó la atención fue cuando dijo "Tú estabas muerto, nunca serás real" mientras se golpeaba la cabeza con la palma de su mano.

—¿Ahora que haremos, Demi? —Consultó Lían en un tono apagado y sin vida ni esperanza, sin levantar su mirada que estaba muerta fijada en el suelo.

Mi primer respuesta fue incorporarme, aunque con mucha dificultad, para acercarme a lo que quedó de Marisa...

–No quiero darme la vuelta y dejarla así.

Lían solo guardó silencio mientras la observaba tambien.

–... Yo tampoco quiero eso –Habló luego de un largo rato–. ¿Qué piensas hacer?

–Obviamente no podemos tocar nada, porque nuestras huellas quedarían ahí y eso será un gran problema cuando la encuentren –Aclaré de entrada–. Pero por lo menos quiero desatarla para no dejarla así.

–De acuerdo, dame tu camisa –Contestó Lían con una idea instantánea.

Por suerte la noche anterior fuí al bosque con mi chaqueta de cuero, asi que no tuve problema en quitarme la camisa que llevaba abajo, puesto que luego de dársela a Lían, solo bastaba con ponerme denuevo la chaqueta y cerrarla para que no se note nada.

ÁRBOL BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora