El eslabón sin cadenas

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—¿Qué hacías debajo de esa sábana? —Curioseó Denzel quien seguía sentado en el suelo luego de la caída que le provocó el susto, aunque diría que seguía aterrado por tener a ese demente delante de él—. ¿Nos querías asustar o qué mierda?

Todd por su parte, se encontraba inexplicablemente con una expresión neutra ajena a la situación en la que se veía: rodeado de quienes serían sus peores enemigos.

Tengo que admitir que por más veces que lo veía, no me podía explicar cómo fue posible que en la misma ciudad hubiera dos chicos con una enfermedad que solo uno entre un millón de personas la padecen.

Pero eso no era lo más difícil de procesar. Lo que realmente me provocaba tantos enigmas era el hecho de que este muchacho se despreocupaba por completo de que le haya perforado su abdomen y por ende sus órganos internos.

No me dejaba de dar a entender que no era nada más que un demente en todos los sentidos.

Aquí yace el hábitat lúgubre de quienes descansan su conciencia como si de maniquíes se tratasen, Zaracci —Respondió Todd en cierto tono paternal extendiendo su mano hacia su alrededor como presentación y finalmente soltó una risa que no pudo disimular—. ¡Nah, mentira! sí los quería asustar, es que escuché que mandaron a volar a la mierda la puerta de entrada.

—Este enfermo no se toma nada en serio ¿No? —Opinó Lían mientras lo apuntaba al rostro con su linterna.

Aunque quizá eso último que hizo fue de lo que se habrá arrepentido después, puesto que luego de reírse, Todd vomitó un hilo de sangre que consiguió revolverle el estómago a Lían y le hizo dar unas arqueadas.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí dentro? —Lo interrogué tratando de ignorar el ruido de chapoteo que se hacía en el suelo con el caer de los chorros de sangre de su abdomen.

—... “Tiempo” —Reflexionó esa palabra limpiándose la boca mientras caminó en dirección hacia la puerta que se encontraba al final de la habitación de maniquíes—. Tendrás que reconocer que la inquietud dedicada hacia lo que tú llamas tiempo es irrelevante en este espacio–tiempo, Evans.

—¡¿A dónde crees que vas?! —Lancé un grito que advertía que iba a haber una segunda ráfaga de disparos si no se quedaba quieto.


Sin embargo antes de que Todd haya llegado siquiera a tomar la perilla de la puerta, el silencio vacío e inquietante que nos rodeaba en aquella guardería abandonada se vio interrumpido bruscamente por un grito desgarrador de una chica que nos heló la sangre a todos.

El grito pareció provenir del piso de arriba, y al parecer Todd que mantenía su expresión neutra mirando al techo, lo sabía.

—... Qué raro —Susurró deduciendo lo que estaba ocurriendo allí—. Juraría que hoy es viernes...

—¡¿Qué mierda está pasando?! —Se espantó Lían—. ¡¿A qué te refieres con eso?!

Todd simplemente ignoró su pregunta y se situó a un lado de la puerta para apoyar su espalda contra la pared y luego dejarse caer lentamente.

—... Bueno, el deber te llama, héroe —Se burló de mí apuntando hacia arriba mientras reposaba sentado en el suelo—. Tú querías respuestas ¿No? Pues déjame de joder a mí y ve a buscarlas, allí arriba las tienes.

Posiblemente quedará un poco fuera de contexto lo que diré, pero estaba notando muy absurda la situación en la que me encontraba.

Por una parte tenía a Todd frente mío, con la oportunidad de acabar con su vida y evitar un posible peligro, pero sabía que hacer eso hubiera sido muy insensato de mi parte y que debía por lo menos sacarle algo de información antes.

ÁRBOL BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora