ÁRBOL BLANCO

La última petición

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Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida

~Pablo Neruda

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—Tesoro... —Escuché una vez más aquella cálida y adormecedora voz dulce que me devolvía la vida, siendo consiente de que si despertaba, aquella única presencia que más atesoraba en la vida, moriría una vez más y gran parte de mi ser con ella.

Su llamado acompañado de una cálida brisa en mi mejilla fue lo que me "despertó" en aquel sueño tan hermoso y agonizante a su vez.

Me encontraba en un lugar desértico, pero hermoso; lleno de luz y con una brisa cálidamente relajante que era constante.

Cuando abrí mis ojos me percaté de que estaba acostado boca arriba en un suelo cubierto por una fina capa de agua cristalina que apenas me llegaba a cubrir un tercio de mi nuca. Me llamaba la atención el hecho de que la temperatura de esta era caliente pero no tanto como para llegar al punto de quemarme.

Por encima de mí podía apreciar la vista de un hermoso cielo celeste vivo cubierto de espléndidas nubes un tanto rojas que se difuminaban en un majestuoso rosado claro, dándome a entender que se trataba de un atardecer irreal. Fue sin duda el "despertar" más sorprendente que tuve en mi vida.

Juro que me conmovió mucho haber visto aquel cielo que nunca había vuelto a ver desde aquel día en que lo perdí todo.

Finalmente decidí dirigir mi visita hacia donde recibí el llamado...

Y allí de pie se encontraba frente a mí con una cálida y serena sonrisa mientras su ondulado cabello bailaba con el viento.

Vestía un hermoso kimono blanco con bordados de ciruelas; el mismo kimono que llevaba puesto la última vez que la ignoré..., La última vez que salió por la puerta de mi casa sin saber que nunca más iba a regresar.

No supe en qué momento me quedé dormido; lo último que recordaba fue haber cruzado aquella puerta con los chicos dejando a Todd en la habitación de maniquíes.

Comprendí que lo que estaba pasando allí por más que me dolía admitirlo no era para nada real, como todos los sueños que tuve con mi madre.

Sin embargo había algo que me resultaba bastante extraño y me llamaba mucho la atención..., aquel sentimiento y sensación cálida que llevaba en mi pecho era diferente a todos los sueños anteriores, y a diferencia de los demás, en este tenía libre albedrío.

Pero lo más importante: en este me sentía completamente despierto, como si todo lo que estuviera ocurriendo era totalmente real: la brisa cálida y constante que relajaría a cualquiera; el agua cristalina que ahora rozaba los talones de mis pies –los cuales estaban inexplicablemente desnudos–; y aquella voz que me despertó en aquel majestuoso paraíso.

Debo confesar que en ese momento sinceramente esperaba haberme dormido para nunca más despertar; se sentía tan bien estar allí...

Me incorporé un tanto alegre del suelo para poder estar frente a ella de forma no tan irrespetuosa.

—Dime que al fin estoy contigo —Respondí desesperadamente a su llamado intentando hacer un esfuerzo sobrehumano para no quebrar mi voz por tanta conmoción nuevamente como siempre lo hice desde niño cuando me encontraba con ella en mis sueños.