Algo tan simple

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—Ooh demii

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—Ooh demii... —Me llamó melódicamente entre susurros una voz femenina cuyo tono era relajante y meloso a su vez; casi como un canto armónico, siendo aún más adormecedor el sonido que se oía en el exterior: una relajante lluvia cayendo con truenos lejanos—. Ya puedes abrir los ojos si quieres; estás a salvo aquí.

El ambiente se sentía como si estuviera cobijado en uno de esos días lluviosos de chocolate caliente y malvaviscos, donde el confort era inmenso en el hogar, y el sonido de las gotas frías de lluvia cayendo fuera de la calidez del interior eran hipnóticos.

Si es que realmente ya estaba muerto, podía deducir que aquel lugar cálido y a su vez húmedo donde me encontraba, era sin lugar a dudas el paraíso que siempre amé.

Podía jurar que por un momento me pareció haber escuchado la voz de mi madre, pero aquel pasivo despertar que me llamaba por mi nombre era de otra persona quizá un poco más joven.

—Ya, despierta —Me dio unos leves golpecitos en la mejilla mientras se reía simpáticamente arrodillada al lado mío—. No te hagas el dormido; ya sé que me escuchas.

—Déjame en paz —Fue lo único que atiné a contestar de mala gana con los ojos cerrados, queriendo disfrutar un poco más de aquel sonido y sentimiento que me calmaba hasta relajarme por completo y hacerme olvidar absolutamente de todo.

—¡Oyee! ¿Pero por qué tan grosero? —Chilló disgustada—. Yo solo vine a despertarte; ayudarte, y..., Todo lo que termine en "arte"; Es que te vi aquí solo tirado y...

—¡Shh! ¿Te importa? Acabo de morir por si es que no sabías, y de la forma más horrenda; quiero despedirme del mundo en silencio por fa...

Me quedé mudo al abrir los ojos y contemplar a la desconocida que tenía ante mí...

Sus grandes ojos brillantes como el azul del cielo me intimidaban, y su claro rostro angelical con expresión de disgusto me hizo incluso sentir culpable.

No es que me haya enamorado ni nada por el estilo, solo que tenía que admitir que aquella mujer que tenía arrodillada al lado mío parecía ser un resplandeciente ángel divino con largos rizos rojos cayendo por sus hombros.

—¡Holi! —Me sonrió agitando su mano energéticamente ahora conforme como niña consentida cuando le cumples un berrinche—. ¿Ves? No era tan difícil.

Me avergüenza un poco decir esto, pero literalmente creo que pasaron como unos cinco segundos y yo aún estaba ahí como todo un bobo contemplando su reluciente semblante, intentando adivinar si es que aquella chica era humana o si de verdad estaba recostado al lado de un auténtico ángel que habitaba en el paraíso.


—Eres el hijo de Melody ¿Verdad? —Rompió el hielo mencionando su nombre el cual no había escuchado hace años—. Tus pupilas se dilatan demasiado cuando vez algo que te maravilla al igual que ella.

ÁRBOL BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora