CAP 6: efecto mariposa

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-Vamos hijo -Ordenó mi padre

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-Vamos hijo -Ordenó mi padre.

Me llamó la atención que no me lo haya dicho enojado, de hecho, notaba que su voz era un poco apagada.

De todas formas, ya me veía venir todo el sermón que me iba a dar una vez hayamos llegado a mi casa.

-Nos mantenemos en contacto, chicos -Les dije a mi ahora equipo de investigación, despidiéndome de ellos, con una cara de preocupación.

-Por supuesto carnal.

-Cuídate Demi -Se despidió Lían.

-Disculpe las molestias, Sra.lemoz -Se disculpó mi padre, asintiendo con la cabeza.

-No se disculpe, usted y su hijo son siempre bienvenidos a este hogar las veces que deseen.

Ya dentro del coche, me coloqué sobre la ventana, analizando detalladamente todos los sucesos ocurridos durante esa mañana.

A mi parecer fueron horas y horas para ser solo una mañana el tiempo transcurrido, no me quería imaginar qué me esperaría a la tarde o noche.
Tenía tantas cosas que procesar en mi cabeza por todo lo qué pasó.

Cuando mi padre entró al auto, aún seguía con esa mirada apagada, y con una cara de angustia que nunca he visto desde aquella vez que mi madre falleció.

Realmente no entendí lo que pasaba, creí que estaría enfadado conmigo, pero cuando se acomodó en su asiento, dirigió su mirada hacia mí...

-¿Te encuentras bien, camarada?

Me sorprendió que me haya llamado de esa manera, las veces que me llama así, son las pocas veces en la que pasamos juntos jugando al billar o a los bolos, cuando se encuentra de buen humor.

-Ss... Sí, no te preocupes, estoy bien..., Enserio -Le respondí intrigado por lo que sucedía.

Al responderle, solo asintió con su cabeza, acto seguido, arrancó el carro y nos marchamos.

Honestamente, fue un Silencio bastante incómodo para mí, no sabía ni qué decir, así que solamente me empeñé en recapitular todo lo ocurrido.

Al pasar los 7 minutos más largos e incómodos de mi vida, llegamos a la esquina donde se supone que debió doblar para ir hacia casa, sin embargo pasamos de largo.

-Ehh..., ¿Por qué te pasaste de largo? -Le pregunté rompiendo el hielo.

-No iremos a casa -Respondió al instante, esta vez con un tono menos apagado que antes-. Nos dirigimos a mi oficina -Luego de anunciar estas palabras, me miró por el retrovisor con una mirada entrecerrada, acompañada de una sonrisa agridulce-. Y de allí nos iremos al billar, colega.

-¡¿QUÉ?! Es decir, no es que me queje, pero..., Pensé que me ibas a regañar o algo por haberme escapado de la escuela.

-Escucha, hijo, ya sé qué es lo que esta pasando aquí.
Sé muy bien lo que es para tí pasar gran parte de tu vida en soledad desde la muerte de tu madre, y admito que mi trabajo exige gran parte de mi tiempo; es normal que, ante mi gran ausencia, aunque sea, quieres pasar tiempo con tus amigos, y comprendo que no te ayuda para nada el estrés que te suma el colegio y se te hace una gran piedra pesada sobre tu espalda.

ÁRBOL BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora