Me encuentro sentada en el cómodo sofá del consultorio de la psicóloga que había rechazado anteriormente, ella se llama Luz, me pidió que la llamara así, es bonita, de piel blanca, ojos cafés de una edad por los 26 años.
—Recuerda, lo que me digas, si quieres que lo mantenga entre nosotras así será, puedes contarme lo que te inquieta. —Me mira curiosa.
—No sé por dónde empezar doctora Luz. —Miro el suelo.
—¿Por qué estás aquí?, ¿cuál crees que es el problema? —pregunta.
—Bueno, he conocido al chico perfecto, hasta es mi novio, pero todos insisten en que no es real —digo y respiro profundo.
—Y ¿tú qué crees? —Pone sus manos en sus rodillas.
—¿A qué se refiere? —contesto confundida.
—Crees que de verdad existe, o no —pregunta y yo lo pienso unos minutos.
—Después de que tantas cosas pasaran, no estoy segura, estoy confundida. —Rasco mi cabeza tratando de pensar.
—Tranquila, mediante las sesiones que tendremos, podrás descubrirlo, respira profundo y comienza desde el principio. —Toma su cuaderno y un bolígrafo.
—Está bien, mi día iba tranquilo hasta que en la noche me encontré a un desconocido en mi cama, le juro doctora que todo se sentía tan real entonces lo que paso después...
Le cuento todo a Luz, como lo conocí ese día que lo encontré en mi cama, los momentos divertidos al conocer su mundo, la amenaza de muerte que tuve, hasta de qué manera me enamoré de Wooki, al terminar ella tendrá que hacer un análisis de todo lo que dije, lo continuaremos en la otra sesión por la falta de tiempo.
Vuelvo a casa con mi madre, está feliz de que me abrí con la doctora, sinceramente me sentí muy cómoda con ella, hablar con alguien que no te juzga y solo quiere ayudarte, me tranquiliza que en algún momento ya no preocupare a mi madre.
Se hizo de noche, era mi tiempo de dormir agarre las pastillas para dormir, solía tomarme muchas para dormir al instante, eso me había provocado muchas secuelas, desde dormir muchas más horas hasta volverme muy flaca por no comer a las horas requeridas, abro la botella de pastillas y las tiro en el basurero de mi habitación junto a su embace.
Me acuesto para tratar de dormir, tengo miedo de que ya no encontrarme con Oki, me haría mucho daño ya no verlo, él es mi paz, lo amo, lo necesito para ser feliz, no consigo dormir y quiero verlo, con todas mis fuerzas abrazarlo, decirle cuanta falta me hace, me levanto de golpe y hurgo en la basura buscando las pastillas, agarro una, quiero estar cerca de él, al intentar meterlo en mi boca, alguien irrumpe en mi habitación.
—Suelta eso. —Mi madre agarra mi mano y me saca la pastilla.
—Mama dámelo —amenazo, mi madre retrocede asustada de lo exaltada que estoy —. ¿No me oíste?, que me des la pastilla —Me acerco a ella, solo se aleja y aprovecho para ir hacia el basurero de nuevo, lo tomo en mis manos —No entiendes madre, necesito verlo.
—De ninguna manera hija. —Mi madre me saca el basurero de las manos y se aleja un poco.
—¡No entiendes lo que digo verdad! —grito —esta es la única forma de verlo. —Me acerco rápidamente hacia ella levantando mi mano con la intención de golpearla si no me daba lo que quiero, mi madre se tira al suelo haciéndose bolita y poniendo sus manos para defenderse.
—Jael, hija mía, soy tu madre por favor... —dice y empieza a llorar, eso hace que recapacite y analice la situación, casi agredo a mi madre, ¡mi madre!
Al verla en esa posición tan indefensa y temblando de miedo me recuerda la vez que mi padre la maltrato, se rompe mi corazón, yo me prometí a mí misma protegerla de todo mal, cualquier cosa que le causara daño yo la alejaría, en cambio, soy yo la que le provoca dolor, ¿cómo me convertí en esto?, llevo mis manos a la cabeza, las lágrimas recorrían mis mejillas sin la intención de detenerse y el enojo por mí misma surge, odiándome a mí misma, me intento acercar para consolarla, pero se tensó, lo note y me aleje de ella.
—Lo siento mucho, mamá —digo con un hilo de voz, abro la puerta de mi habitación y corro hacia las escaleras, tomo las llaves de la puerta principal, la abro y salgo corriendo con las lágrimas saliendo sin parar.
Corro tan fuerte con la capacidad que tienen mis piernas, al cansarme paro y me siento en la acera de la ruta, respiro muy pesadamente, y el dolor que siento no ayuda, ¿cómo deje que esto me consumiera?, es mi culpa.
No sabría decir cuánto tiempo me quede sentada ahí pensando, pero ya está amaneciendo, me asusto al notar eso y seguro mi madre está preocupada, me levanto y camino despacio rumbo a mi hogar, al llegar veo la puerta aun abierta, ingreso por esta y veo a mi madre durmiendo en el sillón, me acerco y la arropo con una manta, acaricio su cabello.
—Perdón por ser tu hija. —Lagrimas salen de mis ojos nuevamente, mi madre abre los ojos y me alejo rápidamente para que no me tenga miedo.
—Hija mía, ¿por qué lo lamentas? —Ella se levanta e intenta acercarse yo me alejo mirando el suelo —. ¿Me tienes miedo o qué?
—Me tengo miedo a mí misma —mi voz se rompe, y sollozos míos se hacen presentes en la habitación, miro a mi madre a los ojos, ella está llorando al igual que yo, eso termina destrozándome aún más, me tiro de rodillas al suelo —. No quiero hacerte más daño, eres lo más preciado de mi vida y yo solo... te hago daño, lo siento —empiezo a llorar mucho más fuerte que antes.
—Jael —escucho sus pisadas, siento como me abraza, al principio me incomodo, pero luego correspondo a su abrazo —te perdono, te amo hija, te amo —la escuche decir, rodee mis brazos en su cuello, aferrándome a lo más preciado que tengo.
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El Mundo De Los Sueños.
FantasyCuando descubres que tu realidad no es la única, ¿podrás diferenciarla? Dicen que todos tenemos un destino, un hilo rojo, que nos une a nuestra alma gemela, la persona predestinada para ti, pero, qué tal, y ese destino o hilo rojo esta entrelazad...