Capítulo 27

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Pierre Daract

—¡¿Que intentabas probar? Te hiciste daño!

Mi tono de voz es molesto y lo estoy. Sencillamente no puede exigirse tanto, sé que está cansada por que dejó que la cargara sin quejarse en el camino, por su respiración agitada y por como su piel brilla con una ligera capa de sudor.

—¡¿Quien mierda te crees para gritarme?! —hHabla más alto de lo que yo lo hice y se pone de pie para enfrentarme.

Su barbilla se levanta en desafío y su respiración aún no baja el ritmo agitado mientras me aniquila con esos ojos grises tan peculiares en ella.

Me toco el cabello frustrado y su vista va de inmediato a mis manos, me intercepta una y la sostiene para observarla. Tengo los nudillos rojos y heridos, la verdad he tenido mucha gente a quien golpear últimamente.

—¿Qué te pasó? —dice analizando mis manos.

—Peleas.

—¿Con quienes?

—Todos los pijos de la escuela.

—¿Y por qué? —No respondo, se muerde los labios y levanta la vista —. ¿Por mí? —En vez de preguntarlo parece afirmarlo desconcertada.

En realidad sí es por ella, tenía que golpear a todos los que se atrevieran a decir que era una puta y penosamente fue mucha gente.

—Tengo mis propios asuntos.

No parece satisfecha con mi respuesta y frunce los labios, esos labios rosados carnosos que deberían estar pegados a los míos.

Me rodea para ir hacia el sofá, noto que intenta caminar sin que yo note que le duele cada paso que da, me quedo viendo como busca algo en un bolso Chanel, luego se acerca a mi con gasas y suero. Toma asiento el borde de la cama.

—Siéntate, te curaré.

Pas moyen, me importa una merde mis heridas, no vale la pena intentar cerrarlas se me volverá a abrir en cuanto vea a un idiota que la insulte, no dejare que me cure, le quito la venda de las manos y me arrodillo frente a ella.

Me mira extrañada y pregunta: —¿Qué haces?

Sostengo su tobillo derecho y desato las cintas de sus zapatos de ballet.

—No. —Intenta apartar sus pies pero no se lo permito—. Que no, Pierre —insiste, pero ya es tarde.

Veo sus pies, están muy heridos, demasiado. Sus uñas están rotas y varias llagas permanecen abiertas mientras sangran ligeramente. No es eso lo que más me sorprende, tiene muchas cicatrices en ellos. Levanto la vista para verla, su rostro parece afligido o avergonzado y su mirada se posa en un punto perdido de la habitación.

—Mírate Odette, queriendo curar a los demás cuando la que está hecha mierda eres tú.

Me mira con furia y mueve sus pies para que no la toque, no lo logra.

—Suéltame.

—No hasta que dejes de sangrar.

Paso una pequeña gasa cubierta con suero sobre sus heridas, Odette parece resignada y solo contrae el rostro enojada mirando hacia un lado dejándome curarla.

Siempre supe que los pies de las personas que practicaban ballet solían estar dañados, pero jamás pensé que tanto, no quiero sentir lastima por ella y no lo hago, pero no me gusta que se avergüence de ello. Porque eso parece, ella está entre enojada y avergonzada, nunca la vi así, no me gusta, ella es sarcástica y desafiante.

Disfraz De Ángel [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora