d i e c i s é i s

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"El primer comienzo de su historia"


3 años antes

Lunes 13 de noviembre 2013
Daegu, Corea del Sur.

Otra semana había comenzado, por ende, el primer lunes de la cuarta semana de la universidad había empezado. De nuevo.

Un chico de cabellos castaños tomó la misma rutina de todos los días de su vida. Despertarse a las seis de la mañana por su despertador, levantarse con todas las fuerzas del mundo que su mente y cuerpo tuvieran, para después arrastrar sus pies con pesadez hasta el baño para tomar una ducha rápida todas las mañanas.

Enseguida de eso escogía un conjunto de ropa nada especial. Simplemente un par de pantalones oscuros, su torso tapado por una camisa de cuello y manga larga de color azul despintado, y una chaqueta color marrón y por ultimo, sus pies calzando un par de tenis negros. Tomó su mochila para bajar las escaleras de la gran mansión donde había estado habitando toda su vida, tan sola y triste como su miserable vida.

Fue hacía el gran salón donde se hallaba el comedor donde toda la familia solía comer. Pero ahora estaba completamente abandonada, el único plato servido sobre la mesa era el de el. Se dedicó a comerlo en silencio y solo. Un silencio bastante afligido y desbastador que a nadie le gustaría invadir.

Una vez terminado todo, salió de la mansión, llevado por el chofer hasta la universidad que lo esperaba como siempre.

Así de monótona, aburrida y aciagas era su vida. Siempre ha sido así desde que tiene memoria, tanto su alma como su entorno eran cosas que ya no tenían sentido. Ni siquiera el sabía que hacía un viviendo cuando, ya no tiene causa o sentido para hacerlo después de lo funesta que ha sido existencia.

Después de algunos minutos llego a la universidad. Pasando imperceptibles para todo aquel estudiante perteneciente de allí. Así de simple, pasar todos los días a lado de cada persona que hacía como si no notaran su presencia, ignorándola como un completo fantasma.

Tantas veces que pensó dejar aquel mundo de mierda en el que vivía, pero no tenía el valor para hacerlo. Ni para eso servía.

– ¡Jichu! 

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– ¡Jichu! 

– ¡Nini!

Dos chicas con las sonrisas más grandes que sus comisuras les permitiera usar, corrieron a abrazarse y estrecharse fuertemente apenas y se distinguieron entre los demás como si tuvieran décadas de no verse.

Rompieron su abrazo sin borrar sus sonrisas de sus rostros.

– ¡No sabes cuanto te he extrañado Jisoo unnie!

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