c u a r e n t a

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Después de todo, lo que te hace daño te hace más fuerte, ¿no es así?

Uno...

Dos...

Tres..

Cuatro martilleos más progresaron sucesivamente al retumbar dentro de su cabeza con fuerza. Para que, un prolongado y ensordecedor zumbido terminara de despertarla.

Su cabeza palpitaba, su cuerpo dolía, cada pequeña extremidad que movía solo un milímetro sentía como si se la estuviesen arrancando sin piedad del cuerpo. Entonces se preguntaba, ¿que demonios pasó para terminar así?

– Forcejeabas mucho entre sueños mientras murmurabas distintos nombres – Su mente no alcanzaba a procesar el ambiente en el que se encontraba, cuando una gruesa voz irrumpió su inmersión – Pensé entonces, ¿que viste en tus pesadillas?

Fue eso como un duro golpe que le regresó los recuerdos pasados antes de terminar en las manos de su sociopata personal. El constante acoso al que se sometió durante meses, lo que provocó problemas a su al rededor, con sus amigos, con su integridad física y mental, volviendo su entorno en una verdadera pesadilla.

¿Que fue lo que hizo ella para merecer tal destino?

–Yo... veía como las personas que más amo me soltaban al abismo del sufrimiento – enderezó su espalda provocando que las delgadas sabanas que cubrían su cuerpo se deslizaran hasta terminar en su regazo. Ahí se percató tanto de la suave base en la que se hallaba postrada, que su cuerpo aún mantenía la ropa con la que desapareció, rodeada de paredes con decoración minimalista, lo que supuso estaba en alguna habitación de alguna casa y no en un frío y tenebroso sótano, como honestamente lo esperaba. Y en realidad sería tan acogedor si no estaría pasando en una situación donde mantener tu sentido de alerta ahora es tu mayor fuerte. – Me hacían sentir una miseria, una basura, la pero traicionera, tan lento y dolorosamente... – murmuró lento y suave, pues sentía que su garganta se desgarraba un poco.

Fue inevitable sentir una terrible y fuerte presencia tras su espalda. Sabía de quien se trataba, más no hizo el amago de moverse. Al contrario, se tomó ese pequeño lapso de tiempo en el que se sentía ida para soltar su incertidumbre, por un lado agradecía que sus amigos jamás le dijeron palabras como tales, sin embargo su madre no cabía en aquella excepción, y aún con el pase del tiempo seguía doliendo como las primeras veces. Quizá por eso temía tanto perder a las únicas personas que le quedaban. Sus mejores amigos.

No escucho respuesta o siquiera movimiento alguno por parte de el momento después. Si algo no se notaba a primera vista sobre ella era lo meticulosa, perspicaz que estaba siendo, por eso, tampoco efectuó algo al respecto.

Se sentía como un peligroso juego donde no sabías quien sería capaz de dar el primer paso, quien podría ser el ganador o el perdedor. Como una lucha entre dos lobos hambrientos por la victoria.

–¿En donde estoy...? – fue la pelirroja en inquirir al no recibir nada por parte de aquel rubio incapaz de ser legible. Aquel ambiente tenso e incómodo, al menos para la fémina, se sentía hasta los poros de la piel provocando que esta se enchinara. –¿Por que estoy aquí?

–En en un lugar donde jamás podrían encontrarte, a menos que sea muerta, si eso querías oír – Era increíble lo ronca, rasposa y sin sentimiento que se sentía su voz, transmitía un deje de intranquilidad en la fémina –Eres horriblemente persistente dulzura. Me sorprende e incluso admiro la perfecta estabilidad que tienes para estar afrontando esta situación ¿sabes? Nadie sería capaz de hacerlo después de destruirle la salud mental por tanto tiempo.

Después de todo, lo que te hace daño te hace más fuerte, ¿no es así?

Envío su mirada por sobre su hombro para por fin mirarlo a la cara. Se encontró con una sonrisa ladina que dibujaban sus rosados labios. Maldito enfermo, y lo menciona como si joderle la salud mental a una persona fuera lo más normal del mundo.

OBSTINACY | t.s ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora