Víctor
—¿A dónde intentas llegar con esto, Jae? —suspiré con poca paciencia.
—¡Te dejas manipular muy fácil! —gritó.
—No entiendo el punto de tu escándalo. Solo déjalo ya, ríndete ante Mew —Jae exhaló una carcajada y enarcó una ceja—. Tema cerrado, si ya no tienes nada más que aportar, retírate. Tengo mucho que preparar para esta noche.
Jae apretó la mandíbula y se llevó una mano al cabello para peinarlo con estrés. Se lanzó sobre el sofá y se quedó quieto, posando su barbilla en su puño. Duró en esa posición por al menos cinco minutos, pensando.
Sus parpados se entrecerraron y mantuvo la mirada perdida en algún punto de la habitación. Le miré atento al ver la seriedad en su expresión, lo conocía lo suficiente como para saber que no se traía nada bueno entre las manos.
—¿Terminaste de pensar? —cuestioné cuando se puso de pie—. Conozco esa mirada, no te metas en problemas.
—Eso no te incumbe —dijo dando pasos firmes hacia la puerta—. Enfócate en tu agenda, yo me enfocaré en mi venganza.
Exhalé con pesadez, rodando los ojos y poniéndome de pie.
—Jae, estás cruzando los límites de mi paciencia. Apoyé tu tonto capricho de venganza contra Mew y acepté a Gulf. Deja de jugar y haz cosas que valgan la pena.
—¿Tienes miedo de Mew? ¿Es eso? ¿Te diste por vencido tan fácil? —Reprochó mientras cogía el cuello de mi camisa con fuerza.
—Debes aprender a poner límites. Con Mew se aprieta la cuerda, pero no se ahorca. A Toska no le conviene meterse con él —Tomé su mano y la aparté con rudeza—. Así que olvida tu estúpido plan de venganza.
—Antes muerto.
[...]
Mew
Correr. Eso es uno de los muchos regalos que me dejó mi abuelo. A veces me pregunto; ¿qué hubiera sucedido si yo no fuera yo quien heredara este negocio? ¿Los autos seguirían formando parte de mi vida? ¿Qué estaría haciendo si no fuera esto?
A veces me imagino a mí mismo viviendo en armonía en una casa de playa o quizás viajando de aquí a allá, darme unas vueltas por países extranjeros y viviendo a base de un trabajo estable y normal. ¿Qué tan lejos quiero llegar? Esa es otra pregunta que me saca el sueño por las madrugadas.
Los autos, las carreras y la adrenalina, son todo para mí. Pero, ¿por qué razón seguimos atormentándonos con lo que queremos hacer de nuestra vida como si eso fuera lo único? Me costaba escoger un camino a los dieciocho años, no quería seguir el negocio, siempre creí que, si escogía eso, mi vida terminaría.
Si me lo preguntan ahora, ya se hacía dónde dirigirme. Quiero estar con él.
—¿Puedes lograrlo, Mercy? —preguntó, enarcando una ceja.
—Ya deberías saberlo, Sam —respondí.
Ella sonrió a medias, entrecerrando los ojos y colocándose los guantes con minucioso cuidado. Ambos alineamos los autos en la salida, los gritos no tardaron en enaltecer nuestro ego y en ese momentos, nos transformamos.
Tenía tiempo que no corría por mero gusto, esa carrera era una de las que tendría esa noche, todo mundo gritaba extasiado, amaban tenerme ahí. Esa noche, no vestí alguno de mis trajes de lujo, la verdad es que siempre me gustó presentarme informal en eventos así, me gustaba sentirme cómodo y pasar desapercibido por los demás.
Me coloqué la gorra de beisbol de mi abuelo, acomodé la capucha de la sudadera y ajusté los guantes negros que siempre me acompañaban. Antes de iniciar, saqué una paleta de la guantera y me la metí en la boca, sería una carrera divertida, mucho más porque Sam es una corredora de Toska, mis dulces enemigos.
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Knock Knock - mewgulf
Action[Esta historia contiene errores ortográficos] ❝Lo supe cuando te acercaste a mí, con ese olor a tabaco y gasolina. Estabas listo para enviciarme.❞ ¿Qué harías si descubres el secreto de tu vecino? Sencillo, subirte a su gran Audi R8 de neumáticos re...