19. Pudor

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Mew encendió su auto. Acomodó sus guantes. Por primera vez después de mucho tiempo tenía miedo. Conocía a Max a la perfección y sabía de todos sus juegos sucios. Pues el rubio fue quien le enseño a correr, todo lo que sabía se lo debía en parte a Max.

—Mew, ¿estás seguro de esto?

—No me subestimes, Gulf. Tengo que recuperar ese Camaro.

Max se alineo junto al auto de Mew, su sonrisa era burlona, le echo una mirada a Gulf, el castaño le miro con miedo.

Línea de partida, línea de llegada. Tres kilómetros aproximadamente, un tramo considerablemente pequeño. Una sola jugada, si perdía, tendría que despedirse en definitiva de ese camaro. No era sencillo, no cuando su contrincante era Max, ese rubio que arruinó una pequeña parte de su vida, aquel rubio que rompió la inocencia de un niño soñador.

Debía ganarle, debía destruirlo por completo.

No estaban en una pista, estaban en medio de una calle, quizás unos diez metros de ancho. Un espacio justo en el cual había gente transitando, era peligroso, podía ocurrir un accidente, pero eso lo hacía más emocionante.

Ambos se hicieron una seña con la mano, estaban listos. Los motores crujieron y arrancaron. Pisaron el acelerador lo suficiente para comenzar a arrebasarse. La poca gente que caminaba por la calle se asustó, pegaron un brinco a los costados permitiendo que los autos pasaran, no tardaron en hacer alboroto y correr detrás de los coches. Tenían público.

Mew se vio preocupado cuando una persona se cruzó en el camino. Horribles recuerdos llegaron a su cabeza, el accidente, la demanda, todo. Frenó de golpe a pesar de que la persona ya no estaba en peligro.

—¡Mew! ¿Estás bien? —preguntó Gulf preocupado viendo el pequeño ataque de pánico del pelinegro—. ¿Mew? —tocó su hombro con delicadez.

Max los arrebasó, pero Gulf ni quiera prestó atención a eso. Mew estaba en shock.

—¿Mew? Por favor dime algo, ¿qué paso?

En ese momento Mew rompió en llanto. El auto seguía en medio de la calle, algunas personas comenzaron a acercarse, otras tantas estaban con el ganador, Max.

A Mew ni quiera le importaba, solo quería llorar como el buen perdedor que era.

Se acogió en los brazos de Gulf como un niño pequeño. Max se acercó hasta el auto y toco la ventanilla.

Knock Knock —golpeó al vidrio con una sonrisa burlona—. ¿Estás ahí adentro, Mew? ¿Que pasó, nene? ¿Te dio miedo?

Gulf bajo del auto y enfrentó a Max.

—¿Qué? ¿Mew no piensa salir? —preguntó cuando vio al castaño acercarse en lugar de Mew.

—Llevate el camaro, tu ganaste —dijo en tono severo.

—Que curioso, antes me tenías respeto porque era tu jefe, pero ahora me hablas tan grosero.

—Ya se lo que hiciste, Max. Mew me contó todo, así que mejor vete y ya no regreses. Ganaste el camaro, ya no molestes a nadie.

Max pareció helarse un segundo debido a lo que escuchó. Alguien sabía su sucio secreto. Pero pronto recupero la postura, un simple niño de veinte años no tendría poder alguno sobre el.

—Pero que cosas dices, Gulf, esto recién esta comenzando. Y sabes algo... ahora que se del escondite de ese nido de ratas, quizás me de varias vueltas por allá. Poco a poco descubriré el trabajo que hace Mew, ya lo verás.

—Fuiste un tonto hipócrita, me mentiste con descaro.

—Me pregunto a quien debo desearle más suerte, si a ti o a Mew —Max alzo sus hombros quedando más alto que Gulf, llevo su mano hacia arriba y dio un leve empujón al hombro del castaño—. No lo olvides pequeño, no interfieras en los asuntos de los verdaderos adultos.

Knock Knock - mewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora