36. Nuevo comienzo

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Samantha

—No sé por qué te sorprende, Sam. Sabes que yo no perdono.

—Pero Lenni era un buen corredor —le reclamé.

—Eso no importa, su puesto de corredor lo suplanta cualquier otro, pero mi dinero no volverá.

—Pero, ¿matarlo era necesario? —cuestioné. Realmente me dolía. Lenni era un compañero importante.

—Él sabía que tarde o temprano iba a morir —mi corazón se encogió—. Y tú, más te vale que termines de pagar esa deuda, porque de otro modo también estarás muerta como él —exclamó mientras me daba un pequeño empujón.

Abordamos el avión de regreso, fueron varias horas largas de vuelo en las que no pude dormir porque mis pensamientos me mataban.

Me levanté al baño con la esperanza de borrar un poco la ansiedad que me comenzaba a atacar. Mojé mi rostro y retoqué un poco el rímel que se comenzaba a desprender de mis pestañas. Miré mi reflejo y me sentí estúpida y vacía, ¿eso era lo que Toska había hecho de mí? ¿Un simple reflejo que no transmite nada más que lastima?

Toda mi vida crecí junto a mi hermano, podía jurar que él siempre fue el único hombre que logró hacerme sentir segura. Ante la ausencia de mis padres, solo nos teníamos mutuamente, en aquel entonces éramos tan solo unos adolescentes con sueños absurdos y amor por los autos. Un amor que nos fue a perjudicar y a poner en caminos diferentes junto al peligro.

No fui consciente de en que momento comencé a llorar incontrolablemente, ¿Por qué siempre era tan frágil ante los recuerdos de mi hermano?

Saqué de mi cartera una pequeña fotografía arrugada y algo rota, en donde se podía ver a dos niños con ropa holgada sobre el capo de un Camaro SS 1997. Esa era mi fotografía favorita y la única que logré conservar antes de que K destrozara todas y las tirara a la basura.

Éramos inseparables y siempre andábamos por ahí en patineta causando problemas a los vecinos. Sonreí de par en par y apreté aquel papel en mis manos. Era triste.

—¡Mierda! —pegué un grito cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo del pantalón.

Saqué el dispositivo y desbloqueé la pantalla al tiempo que me congelaba por lo que se leía en esa barra de notificaciones.

«Eres una tonta.»

«Solo... resiste un poco más, boba.»

«Atte. Kayden.»

Entonces comencé a sonreírle como lo tonta que era a la pantalla.

[...]

Mew

—¿Estás bien? —le pregunté por tercera vez a su silencio.

—Mew —me miró—. ¿Por qué? —protestó.

—Porque ya no quiero que sufras ahí.

—¡Pero no debiste firmar un contrato con él! —se llevó las manos al rostro, desesperado—. Volviste a limpiar mis errores una vez más... —suspiró.

—Gulf —le tomé del brazo—. Esto no lo hice porque no seas alguien capaz y tampoco lo hice para protegerte —hablé lento—. Te saque de Toska porque te necesito. Vuelve a mi empresa, por favor.

No le pregunté, no esperé su objeción. Solo tomé sus mejillas con delicadeza y lo besé lento. No estaba seguro de nuestra relación, pero estaba seguro de que era él y nadie más. Sus brazos rodearon mi cuello, supuse que aquel acto era su respuesta.

Knock Knock - mewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora