31. Infierno

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Gulf

Los días pasaban como agua y Mew no aparecía. Fui un tonto al creer que después de conocer la verdad, vendría a conversar conmigo. Sin embargo, no fue así. Mew nunca vino a buscarme, no lo puedo culpar, no debe ser fácil para él asimilar la razón por la que lo deje, tampoco siento que fue buena manera de contarle las cosas.

Justo ahora, Samantha y yo nos encontramos entrenando con los demás corredores. Hoy tocó resistencia física, es mi peor pesadilla, aunque gracias a eso he logrado conseguir un poco de músculo y ahora me es mucho más fácil la defensa personal.

—¡Más arriba, Gulf! ¡Sube el maldito trasero! —me gritó Jae de forma totalmente grotesca.

Con dificultad subí y bajé con la espalda bien recta con la frente llena de sudor hasta que conté cien lagartijas. Samantha se dejó caer al suelo al mismo tiempo que yo, la diferencia era que ella no se veía tan cansada.

—Odio a ese desgraciado —dijo Samantha con la respiración cortada. Los dos goteábamos en sudor y nos acostamos mirando hacia arriba. El sol estaba en su máximo punto y el calor era inmenso.

—¡Gulf! ¡Arriba! ¡Aún no terminamos! ¡Todos muevan los traseros! —volvió a ordenar.

Samantha rodó los ojos y ambos nos pusimos de pie con las piernas desganadas, era exhausto y sentía que colapsaría bajo los inmersos rayos de sol. Jae ordenó a todos trotar cincuenta vueltas en la pista, en la vuelta numero cuarenta, yo sentía que me faltaba el oxigeno y mis pies no podían más, con la respiración incontrolada me detuve suplicando a Jae que me dejara descansar. Afortunadamente el idiota aceptó y me dejó ir.

Mi polera sin mangas estaba empapada en sudor y mis rizos se pegaban en mi frente. Me despedí de Samantha y me dirigí a los dormitorios, al llegar, simplemente busqué entre mi armario unas prendas cómodas y entré a los baños para darme una merecida ducha.

El baño era compartido, había varias regaderas y los urinales. Claro que no había ni una pizca de privacidad en el lugar, por lo que yo siempre procuraba entrar a ducharme cerca de la media noche, cuando todos estaban dormidos.

Dejé mis prendas sobre los casilleros y me desprendí de lo que portaba en ese momento, solo quedando en calzoncillos, crucé los dedos para que las regaderas estuvieran vacías, mi fortuna fue grande porque el baño estaba completamente solo. Con éxito abrí la regadera y me empapé con el agua helada, en Toska nunca había agua caliente, por lo que ya me había acostumbrado a bañarme en esas temperaturas. Cogí el jabón y tallé cada parte de mi cuerpo con furia, estar en ese lugar siempre me hacía sentir sucio. Una vez limpio, cerré la llave y tomé mi toalla la cual envolví rápidamente en mis caderas para tapar mi anatomía.

—¿Cansado? —la voz de Lenni sonó detrás de mí y pegué un brinco por el susto.

—Estoy cansado, hoy Jae fue más hijo de puta que de costumbre.

—Ese niño no me cae bien —resopló con coraje.

—Creí que eran buenos amigos. Después de todo a los dos les gusta ser unos malditos.

—Tu boca se volvió más sucia de lo normal, niño —dijo con diversión.

—Toska me hizo así, ya no lo puedo remediar —dije con ironía.

—Bueno, es agradable escupir odio en la cara de los demás —chasqueó la lengua con gusto, no pude evitar sonreír ante su comentario—. Como sea, yo era cercano a Víctor hasta que llegó Jae, ese maldito me quitó mi lugar.

—Se lo merece, realmente no tienes pinta de líder de Toska.

—Oh, Gulf. No tienes idea —carcajeó—. ¿Realmente crees que Jae es la mano derecha de Víctor porque es buen corredor?

Knock Knock - mewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora