37. Un colega

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2 DÍAS ANTES

Gulf

—Nene, ¿puedo preguntarte algo? —me preguntó Sam mientras se tiraba en la cama del hotel.

—Lo que sea —respondí dándole la espalda desde el sofá pequeño. Estaba revisando las instrucciones de Víctor con cuidado.

—¿Por qué no le pides a Mew que te saque de aquí? Ya sabes, él tiene el poder y sus hombres son inteligentes.

Me giré para verla tras escuchar la pregunta. Mordí mi labio antes de responderle aquello. Y es que es complicado, Mew es complicado, yo soy complicado. Aunque el hombre ya era conocedor de la forma en como terminé en Toska, nunca pasó por mi cabeza en pedirle que me sacara de ahí.

Porque yo quiero ser fuerte, a mi manera.

—Yo... comencé a soñar, Sam —dije por fin—. Yo tengo una meta personal. Se que estar en Toska no es agradable y también se que no soy bueno, pero hay algo que... no... no lo sé.

—Yo si lo sé —confirmó muy segura—. Tu objetivo ya no es estar al lado de Mew, tu objetivo es volverte un buen corredor, ¿no es así? ¿Te sentirás débil si Mew te rescata de esto?

Asentí en silencio.

Todo lo que dijo Sam era acertado. Y tardé mucho en darme cuenta, de que todo eso ya no lo hacía para proteger la compañía de Mew, ya no era para complacer a Víctor y darle gusto a Jae, no era por la infinidad de amenazas y dolor que me mantenía en ese lugar. Era porque había comenzado a querer ser el mejor, tenía ambición y quería dejar de parecer un débil ante aquellos que se burlaban de mí.

—Bueno, nene. Creí que Mew y tú habían hecho las pases —dijo confundida.

—Lo hicimos. Y siento un peso menos en mis hombros, pero... pero no lo es todo, yo...

—¿Quieres demostrarle que puedes defenderte por tu cuenta?

Asentí una vez más. Todo era tan claro y confuso a la vez. Mew y yo nos complementábamos de una manera única, pero estar enamorado de él no lo era todo. No lo es todo.

—¿Y él no te puede enseñar a correr? —cuestionó. Y parecía hasta absurdo preguntarlo.

Mew, el mejor corredor de la Industria y el más temible. El más poderoso y elegante hombre que la mafia pueda conocer. Un hombre con los recursos necesarios para enseñarme a correr, decirlo suena fácil. Pero la realidad es otra.

—Se lo dije cuando trabajaba para él —me levanté del sofá y caminé hasta la cama para lanzarme a un lado de Sam. Cogí una almohada y la abracé, dispuesto para charlar todo lo que había evitado con mi querida amiga—. Pero me dijo que lo olvidara, dijo que yo no nací para correr.

—Ese tarado... —susurró—. Bueno, ¿entonces soportas estar en Toska solo porque aquí puedes aprender a correr sin reclamos y barreras?

—Si. Mew se preocupa mucho por mí, y lo entiendo, pero... él cree que debo llevar una vida normal.

—Supongamos que por arte de magia —se aclaró la garganta—, él viene y te pide que regreses a trabajar a su empresa, pero a la vez te impide que vuelvas a correr —su tono de voz era melosa y hasta cierto punto, sospechosa—. ¿Qué le dirías?

No pensé mucho la respuesta.

—Le diría que sí.

—¡Que cursi! —gritó emocionada—. ¡Prefieres estar con tu hombre y abandonar tu sueño!

Bufé y rodé los ojos con ironía.

—¿Y quien dijo que abandonaría mi sueño? —interrumpió su emoción y me miró sin entenderlo muy bien—. ¿Crees que el amor que le tengo a Mew me hará renunciar así de fácil?

Knock Knock - mewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora