42. Gasolina

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Mew

Antes de salir, me aseguré de revisar la lista de autos importados y sus respectivos compradores. Justo como lo prometió, desde aquel día, Max y yo no nos volvimos a encontrar, él había desaparecido de mi vida junto a mi pasado doloroso. A los pocos días, devolvió uno de los autos que había comprado en mi empresa, dejando el recado de que, con ello, cortábamos en definitiva todos los lazos que nos unían.

Por primera vez en mucho tiempo, pude respirar tranquilo, aunque no del todo. Aún tenía un par de cosas que aclarar o, mejor dicho, terminar.

Un par de hombres trajeados me escoltaron hasta el fondo del lugar, justo por el camino que ya conocía a la perfección y por el que odiaba caminar. Al llegar a la oficina, el primero en recibirme fue Jae, quién tomó por sorpresa mi llegada inesperada.

Estaba lo suficientemente molesto con él desde todo lo ocurrido que lo que menos quería era que se interpusiera en mi camino. Él negó mi pasada mientras me invadía con preguntas y maldiciones, bastó un puñetazo en el rostro para apartarlo del camino.

Jae se retorció en el piso con la mejilla colorada y aproveché mi poca paciencia para lanzarle una patada en el estómago. El escandalo no tardó en llegar a los oídos de Víctor, quién abrió la puerta de la oficina un poco confundido mirando a Jae y después a mí. Con una mano, lo empujé hasta dentro de la habitación, entrando junto con él.

Coloqué el seguro a la puerta y lo hice tomar asiento en los sofás de cuero que siempre adornaban el lugar.

—M-Mew... querido, ¿qué sucede? —preguntó con la voz temblorosa.

Me reí ante su imagen asustadiza, Víctor podía ser un hijo de puta con los demás, pero mi mera presencia bastaba para hacerlo temblar y suplicar. Él dijo muchas veces que me tenía un gran respeto por mi abuelo, que estaba orgulloso que siguiera los pasos de él en la empresa modificadora.

—Seré directo, Víctor. Quiero cancelar el trato que hicimos.

—¡¿Q-Qué?! —preguntó atónito—. ¿Por qué? Tenemos un contrato, ofreciste proveerme a cambio de la libertad de Gulf.

—Si, bueno. Eso era porque soy un hombre de negocios, ya sabes —alcé los hombros en muestra de que me daba igual—. Sin embargo, te recuerdo que también puedo ser un hijo de puta como tú, Víctor.

—Mew, querido. No entiendo, ¿por qué de repente? Acabamos de recibir tres autos nuevos hoy de tu empresa.

—Eso considéralo como el pago por la rescisión del contrato.

Víctor exhaló una carcajada, completamente indignado, dejando muy evidente su sentimiento de traición.

—¿Crees que puedes romper un contrato, así como así? Mew, te tengo respeto por tu abuelo y también te reconozco como buen corredor y como hombre de negocios ni se diga, eres el mejor —afirmó—. No sabes lo mucho que deseaba este contrato, ¿por qué ahora me lo quitas?

—Te diré porque nunca acepté venderte a ti en primer lugar.

Crucé una pierna y apoyé los antebrazos en el sofá, Víctor se retorció incómodo en su asiento, esperando mi explicación. Pude notar como su labio inferior temblaba por coraje. Se acomodó mejor y estiró de su corbata para respirar mejor.

—Para vender mis autos se necesitan dos requisitos en el cliente; debe tener mucho dinero para comprarlos y debe tener pasión por correrlos. Tú y tus hombres no tienen la segunda, los haces correr por dinero y los tratas mal. Sin olvidar los métodos sucios que usas para obtener contratos, ¿acaso olvidaste cuando uno de tus hombres me atacó en medio de la carretera cuando llovía o cuando secuestraste a Gulf?

Knock Knock - mewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora