Capítulo 28

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Abdiel

Al final del día luego de que Matt me llevara por todo el orfanato, dándome datos que no me importaban,me llevó a mi habitación. Al abrir la puerta la tensión nos golpeó a ambos.

Haruka estaba en su cama, en la litera baja, leyendo. Will fumaba mientras me miraba entrar. Pain y Panic ya estaban dormidos. Era demasiado temprano, pero se estaban quedando dormidos.

Subí a la litera de arriba donde había ropa doblada, mi pijama. Matt entró en la habitación y fue directamente con Will. Ese niño era bastante amable, pero si había entendido bien era hijo de Adam, el cazador que me envió a esta era.

Ciertamente se parecían. El mismo cabello negro que se quedaba listo para cualquier movimiento y esos ojos azules, solo que al ver los de Matt me encontré con amabilidad e ingenuidad. Los de Adam eran aterradores.

Otra diferencia que había notado en la lluvia era que tenía una especie de cicatriz en la dorsal de su mano izquierda. Se asemejaba a una que tenía en mis costillas.

—Matt— le llamé, tanto él como Will se giraron hacia mí. Demasiada ignorancia estaban en esos ojos zafiro— ¿qué es eso que tienes ahí?.

Miró su mano y me sonrió.

—Es un hechizo, mi padre me lo hizo cuando Owen murió. Dice que mantendrá mis poderes rebajados, es como un hechizo de ocultación— intentó levantar una pila de ropa y entonces el sello se encendió dejando caer la pila.—. No duele para nada, solo cuando te la ponen.

Will me dió una mirada y despidió a Matt, este quiso quedarse más tiempo, pero el mayor no lo dejó. Matt apagó la luz y entonces algo me alertó: de la ventilación salía un humo de color rojo. Tapé mi nariz, observé como Will aspiraba el aire y se dejó caer en la cama, a través de un espejo pude observar como Haruka dejaba su libro y aspiraba el humo como un gesto de bienvenida. Tapó su cuerpo y empezó a dormir.

Un somnífero. Estuve minutos enteros esperando a que dejaran de echar ese humo, pero nunca pararon. Todos mis compañeros de habitación dormían profundamente y no se veían molestos en ningún momento por el humo.

—Número 94682, le pedimos cordialmente que deje de resistirse al toque de queda o nos verá obligadas a métodos más efectivos.

No podía dejar que ese humo entrara en mi nariz, no sabía que otros efectos tenía el somnífero.

—Número 94682, esta es su última advertencia.

Escuché pasos fuera de la habitación, venían por mí. Volví a resistirme y cuando entraron en la habitación dos hombres gigantes me jalaron de la ropa y caí al suelo. Rompí mi nariz y sangre llenó el suelo de alfombra de la habitación. Solté un gemido de dolor y me voltearon, su piel era del color más negro que nunca había visto, sus ojos eran dos luces rojas y tenían orejas puntiagudas. Elfos, pero eran diferentes a lo que estaba acostumbrado.

Me tomaron con más fuerza, me resistía. Lanzaba patadas, pero me bloqueaban y luego me neutralizaron con tanta facilidad que sería un chiste para ellos que le hubieran ganado así de fácil al anticristo.

Me pusieron una máscara donde había el mismo humo, pero mucho más potente. No tardé en caer en la oscuridad de mis sueños.




Respiré aire fresco cuando alguien retiró la máscara. Veía borroso y no podía enfocar mi mente. Flashes de la noche llegaron hacia mí.

—Despierta, Abdiel, debemos ir a un lugar seguro— esa voz era demasiado familiar.

Mi vista volvió a ser la misma. Nadtian estaba sobre mí sosteniendo la máscara que ya no sacaba humo alguno.

La chica aladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora