Capítulo 30

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Terence

—... entonces una vez tengamos a Miguel llamaré a Ricardo para que nos saque de aquí.

—Pero ¿no estaban muertos? Sus cuerpos los están esperando— dije cuando me pasó lo peor que había probado en mi vida. La carne de demonio era agria, pero me mantenía consciente y evitaba que muriera de hambre.

Pau y Adam no tenían ese defecto. Ya estaban muertos. Pero podían sangrar y también dejar de respirar. Me explicó que era similar a la inmortalidad nephilim: morías, tenías un momento de oscuridad total y volvías a levantarte para seguir, pero con la única diferencia de que Pau había sido enviada al Infierno por un hechizo. Si mataban esta representación de su alma iría al Puragtorio y de él no hay salida alguna.

—Lo estamos, pero cuando Pau trajo la semilla de vida perdimos nuestra conexión directa con ellos. Kenzel debe estar manteniéndolos vivos con todo lo que tiene y cuando Ricardo nos saque de aquí la conexión volverá y despertaremos en nuestros cuerpos— explicó pasándome otro pedazo, me daba lo suficiente para no morir y también para no intoxicarme— Miguel volverá con sus hermanos y Ricardo te llevará a un lugar seguro.

—No puedo esperar para salir de aquí— dije masticando con dificultad.

Que tan equivocado estaba, dos días después fuimos atacados por unos humanoides de color rojo, como los demonios populares de las películas y libros. Adam había sido atravesado por una de esas espadas y se desplomó en el suelo. Pau intentó ayudar, pero también fue vencida.

Yo también caí al suelo. Cuando iban a hacer lo mismo conmigo logré escapar, pero una explosión a mis espaldas me hizo salir volando. Al darme la vuelta el demonio que me había intentado matar había desaparecido y la espada levitaba a centímetros sobre el suelo.

Miré a los otros tres demonios que seguían sorprendidos de que había logrado acabar con uno de ellos, esa sorpresa no duró mucho, ya que tomé la espada y la apunté hacia ellos.

Le tenían miedo y la usé a mi favor, miré a Pau y Adam. Levitaban junto con la espada, como en la película del exorcista. Su piel estaba más pálida de lo normal y el azul empezaba a tomar ventaja sobre el cuerpo de Pau.

—Aléjense— ordené agitando la espada en su dirección. Dieron pasos tambaleantes hacia atrás—. Sueltenlos, háganlo.

Un sonrisa se formó en el rostro de uno de ellos, entonces pude seguir su mirada. La espada de Adam estaba a unos metros de nosotros. Solté la espada levitadora y corrí al mismo tiempo que el demonio. Correr en el infierno en este suelo era como correr en la arena. Me era demasiado difícil mantener mi aliento y cuando llegué a mi destino el demonio ya estaba con el arma en la mano.

Lanzó una estocada y yo retrocedí con miedo, tal vez dejar la espada no había sido buena idea. La miré de reojo y en segundos ella empezó a venir con fuerza contra nosotros. La tomé en el aire y al darme la vuelta tenía espada de Adam en mi abdomen. Me retorcí de dolor, la sonrisa del demonio se agrandó.

—Quise hacer eso por siglos— dijo quitando la espada levitadora de mis manos—. Ahora hay que encargarnos de tu alma.

Antes de que siquiera pudiera reaccionar la espada empezó a quemarme y por la forma en la que el demonio retrocedió supe que a él también le había pasado.

Con dificultad la saqué encontrándome con que está de un color rojo intenso, no parecía tener el mismo brillo que tiene cuando identifica una especie y ataca, esta vez era como si estuviera al fuego vivo.

—¿Qué le sucede a esta cosa?— murmuré olvidándome de las quemaduras que se formaban en mis manos y de los demonios que retrocedían con miedo de quedar atrapados por ella.

Luego caí. Como si el suelo se hubiera abierto debajo de mí, caí mientras gritaba y finalmente quedé levitando igual que esa espada. Luego salí despedido con la espada todavía en mis manos. Golpeé mi espalda contra una pared firme y también contra un cuerpo.

Ambos soltamos un gemido de dolor. Me levanté sin dejar de lado la espada y me encontré con Miguel.

—Debes estar bromeando— dije molesto. Estaba en la fosa, la cárcel que no me dejaría ir dentro de unos miles de años. Genial.

Sus azules ojos me reconocieron y se levantó.

—¿Terence? ¿Cómo llegaste hasta aquí?— su voz era igual de paciente que cuando lo conocí por primera vez en el pueblo donde había crecido.

No había cambiado demasiado exceptuando las grandes quemaduras que tenía en su rostro que empezaron a hacerse ampollas y también por la suciedad que lo envolvían como una segunda piel.

—Esto te sonará de locos, pero te estábamos buscando.

Una sonrisa burlona se formó en su rostro.

—Lo lograste, ¿cuál es el siguiente paso?.

Escondí mi rostro de la vergüenza, Adam era el del plan, Adam era el que tenía como llamar a Ricardo, Adam era único que sabía salir de aquí.

Adam estaba perdido.

—Aunque no lo creas, el plan no salió como planeado.

—Ya lo veía venir— dijo relajando su rostro por completo—. Vamos, te ayudaré con el dolor.

A diferencia de lo que él creía no sentía al abrasador fuego del infierno quemar mi piel. Tampoco la olía quemarse.

—No debiste haber venido, Terence.

Me guió hasta una especie de cueva donde cabíamos perfectamente. Entré primero y abracé la espada, si hubiera algún problema yo estaba preparado.

—Ya lo sé, pero te debía una ¿no es cierto?, por lo que le hiciste en el pueblo para mantener a los cazadores alejados.

—Era parte del trato que teníamos, tu me dabas tu cuerpo y yo los mantenía en el bajo perfil— miró la espada que sostenía con tanto ahínco y hasta este momento no me había dado cuenta de que la abrazaba contra mi pecho—. ¿Por qué la abrazas de esa forma?.

—Es de alguien y debo regresarsela.

—¿Y es necesario cuidarla de esa forma? Estoy seguro que no se rayará.

—No quiero perderla.

Tampoco quería que alguien en este lugar supiera que podía matar al arcángel con la misma facilidad que con un humano.

Si se iluminaba a su cercanía estaría en problemas, por lo que prefería su color negro al tener contacto conmigo, con esta poca luz puede pasar desapercibida.

—De acuerdo, pero serán unos largos dos mil años abrazando esa espada.

—Lo sé, pero espero que no tarden dos mil años. Sus cuerpos no pueden durar tanto.

La chica aladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora