Capítulo 37

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Narrador

Lucifer se quedó helado en su lugar, el oír la voz de Natanael lo hacía regañarse por dentro. Cecilio se lo había advertido y él lo había ignorado.

Abdiel blandió sus espadas dobles hacia Adam que apuntó con su pistola al espacio entre los ojos del enemigo.

—¡Alto!— advertió Lucifer ante el próximo movimiento de Abdiel— él es mío. Tráeme a mi hijo y mata al resto— ordenó mientras sacaba su reluciente espada de arcángel.

—¿A cual de los dos?.

—A los dos.

Meredith no lo permitió. Activó los sellos de Abdiel haciendo que se retorciera de dolor en el suelo. Lucifer estaba cegado por la maldición que le gritaba la sangre de su hermano, la muerte, el cuerpo de nuevo de Natanael. Esta vez no lloraría su muerte.

—Esta vez me rogarás que te perdone la vida— dijo Lucifer poniendo sus pies en la posición correcta.

—Lo dudo bastante, hermano.

Ambos se lanzaron contra su contrincante.

—Dame la espada de Adam— le ordenó Meredith a Pau que parecía una mochilera con tantas cosas que tenía.

Le dio el arma y la mujer ayudó a Terence a levantarse. Todavía estaba confundido, pero le explicaría después.

Caminó lo más rápido que pudo hasta la burbuja de sangre donde Ricardo estaba siendo retenido. Meredith metió la espada dentro la burbuja y se alejó.

Esta empezó a deformarse, primero temblando, luego creando unas pequeñas bolas adyacentes a la burbuja original y luego se contrajo desapareciendo.

La espada cayó al suelo y la mujer la recuperó. Ricardo cayó también al suelo y escupió la carmesí sangre que se había tragado. Miró a su alrededor solo para ver la pelea entre ambos hermanos.

Se levantó de inmediato y abrazó a la pelirroja.

—¿Estás bien?— preguntó mientras tenía su mirada fija en los hermanos.

—Sí, es hora de salir de aquí.


Lucifer sintió la oleada de frío detrás de él, se giró solo para ver la niebla que se formaba cuando Ricardo empezaba a transformarse. Quiso detenerlo, sabía que su hijo estaba por irse, pero Adam atacó sin pensarlo y cortó su carne como si se tratara de mantequilla.

Lucifer sostuvo su hombro junto con un grito que era más de terror que de dolor. Se había desconcentrado y estaba por morir. Dio unos pasos tambaleantes hacia atrás mientras intentaba detener la dorada sangre que salía de su hombro.

Adam volvió a lanzarse contra él, pero en un movimiento desesperado logra hacerle un gran corte en el abdomen, pero el cazador no retrocede, en cambio cae sobre él haciendo que ambos cayeran al suelo. Natanael puso el cañón de su pistola contra la frente de Lucifer que palideció ante el arma y el aliento de la muerte cerca de él.

—Hazlo, Nat, me lo merezco. Se el ganador— dijo Lucifer con un temblor en su voz— ¿qué estás esperando? ¡dispara, maldito cobarde!.

Vio la duda y la oportunidad de cambiar los papeles. Pateó sus costillas y Adam se dobló, apartó el arma de él y tomó el poder sobre esta. Con fuerza se puso él sobre su hermano y la pistola contra su frente.

—Debiste hacerlo cuando tuviste la oportunidad.

—¿Esto es lo que quieres que sea nuestra vida, Lucifer? ¿Vivir bajo una maldición? ¿Vivir bajo Sus reglas?.

—No hay nada que se pueda hacer y lo has visto hoy. Ese susurro, esa voz diciéndome que te mate no se calla nunca.

—Yo he tenido una peor por mucho más tiempo.

Lucifer iba a agregar algo, pero el filo de una espada atravesó su corazón. Adam pudo ver el miedo en sus ojos de nuevo y el brillo nulo de su espada lo regresó a la realidad.

Adam apartó a Lucifer de él y pudo ver a Meredith ofreciendo su verde mano hacia él. La tomó y luego su espada, pero esta se había roto. La espada que lo había acompañado desde su primer entrenamiento había desaparecido.

—Lo siento mucho por lo de tu espada— dijo Meredith agotada.

—Sé como hacer más.

Ella lo abrazó como si fuera la primera vez que lo veía en años, pero se alegraba de verlo. Se alegraba de que había podido salvarlo.

El sonido del disparo y luego del gemido de dolor de Abdiel le hizo recordar a Meredith donde estaba parada. Estaba en el Castillo de los Caídos y todos eran sus enemigos.


Los prisioneros de Lucifer llevaban horas enteras intentando huir, pero les era imposible. Por más que golpearan con rocas los barrotes, se estrellaran contra ellos o les gritaran estos no iban a ceder.

Nora se dejó caer al suelo frustrada y miró a Gabriel que estaba recargado en la pared de su celda exhausto. Sangre dorada y fresca caía de la tela en su boca, se había abierto su herida y ahora le escocía.

—No me pongas esa cara, angelito, vamos a salir de aquí. Debo encontrar a Abdiel— dijo Nora mientras quemaba su cerebro para pensar.

Pasos se escucharon y ella se levantó para ver mejor quienes eran los que venían. Esperaba ver a hijo, pero en cambio vio a un chico de unos trece años junto con la pelirroja vecina de celda.

—¡Meredith! ¿Dónde está Abdiel?— preguntó Nora mientras la mujer abría su celda.

—Se fue al mundo de los vivos, te llevaré con él— le respondió y abrió la puerta dejando salir a la madre preocupada.

Adam le abrió a Gabriel que lo reconoció de inmediato. El ángel salió y tocó al chico para comprobar que era real y se alejó cuando supo que lo era.

—¿Cómo saldremos de aquí?— preguntó Nora mirando a sus salvadores.

—No te va a gustar— dijo Meredith mientras miraba a Adam—, pero Fear me debe un favor.

El cazador hizo un corte en su mano con su nueva espada y cuando la sangre tocó el suelo se vaporizó. Tres gotas cayeron y la herida cerró.

—Enhorabuena, espero que el niño haya nacido con salud.

Los cuatro levantaron la mirada ante la voz de Lie. El inmortal se veía igual que la última vez que Adam lo había visto.

—Dejate de bromas y sacanos de aquí— dijo el cazador guardando su espada y el hijo Fear levantó las manos anunciando que era inocente.

—No es necesaria tanta hostilidad, Adam, entiendo bastante mi situación.

Con un chasquido los cinco desaparecieron del Castillo de los Caídos sin dejar rastro. Sin saber que esto no se había terminado.

La chica aladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora