Capítulo 16

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Narrador

Mafer sostenía el cuchillo en alto mirando la atroz escena en la que había quedado. Su mente le daba vueltas y podía sentir el líquido caliente que muchos llamaban sangre en todo su cuerpo.

No había dolor, solo pena....

3 cuerpos... 3 Ignis... 3 muertos.

La chica morena soltó el arma y cayó de rodillas. El vagón de tren que había caído en los años 50s mediante una pelea entre vampiros y hombres lobo estaba más degradado de lo que recordaba.

Lo que entes era un vidrio solo era pasto que había encontrado su camino a crecer. El acero oxidado había perdido el color por completo llegando a ese tono naranjado que obtiene la oxidación.

La sangre que una vez hubo había desaparecido en el mismo año del accidente cuando se empezó a usar este lugar como ritual. Los asientos completamente roídos por el tiempo que no quedaba más que compartimientos oxidados que estaban acostados dejando las ruedas mirando al este del mundo.

Las ventanas que se suponían estaban a un costado quedaron como un techo provisional, pero con el tiempo una gran nube negra que eran las almas de los perdidos tapaba la luz solar si es que era de día.

El enorme silencio que fue roto por el sordo sonido de los zapatos costosos de uno de los Lideres del Infierno Abaddon interrumpen el silencio seguido de unos aplausos llenos de orgullo.

La ojicafés mira a este ser que se burlaba de ella con el simple acto de aparecerse frente a ella.

—Tú... tú me... ¡tú me obligaste!— sus ojos estaban llenos de miedo y desconfianza ante ese demonio que solo sonreía.

—¿Yo?— dice con un fingido tono de confusión sin remover esa soberbia sonrisa— yo solo vine a ver a como una de mis hijos asesinaba en un momento tan bello.

—¿Qué momento?.

—Todavía no mi querida María— dice acallándola con sus poderes demoníacos— solo debes saber que ahora los grandes e inservibles de la Mesa están preguntándose como es que esto pasó— se puso de cunclillas ante ella— cuando vean las calles... cuando vean el milagro... entonces... entonces empezará lo que llamaríamos la guerra que tanto esperábamos— se levanta abruptamente espantando a su hija mestiza— quédate aquí, tus poderes no están desarrollados, mañana enciende la televisión y regocíjate porque los que tengan mi sangre serán los sobrevivientes— decía el hombre mientras se alejaba. La morena no se mueve debido a la confusión, sus piernas no respondían y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas haciéndolas brillar.

Terence

3 días en la oscuridad... eso creo que fue el tiempo. Solo no he podido escuchar más que gritos de un bebé... no sé qué sucede.

Lo último que recuerdo es estar en... ¡ni siquiera recuerdo eso!.

Solamente desearía que los gritos cesarán... que ese niño se callara.

Y lo hicieron, hubo un silencio que parecía eterno, hasta que la escena se formó.

Una sala pequeña de un color naranja chillón apareció ante mis ojos. La habitación no era rectangular en su totalidad sino que contenía un semimuro con una ventana al exterior. El sonido de un programa de concursos sonaba en la lejanía. La luz que entraba por la ventana daba a entender que era temprano en la mañana y lo sabía porque estaba en mi casa de la infancia.

Estaba la mesa de café de madera que en ese entonces no parece vieja ni rota, el sofá todavía tenía el recubrimiento intacto, los mismos cuadros y algunas de las fotos que conozco estaban en la pared.

La chica aladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora