Capítulo 34

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Terence

Caímos en picada. Ricardo había desaparecido y ahora estábamos cayendo.

No podía escuchar mis propios gritos por el aire que me oprimía los oídos. Esto dolerá, pensé, y mucho.

Cuando golpeé contra el cristal sentí mis cortes y luego el segundo impacto del suelo.

Hubo negro, pero esta muerte fue más rápida que cualquiera que haya tenido. Abrí los ojos y me levanté con dificultad.

Miré a mi alrededor sin encontrar a nadie. Mi cuerpo estaba sanando, pero el ardor y dolor seguían presentes. Escuché el ruido de los cristales saliendo de mi piel y romperse contra el suelo. Cualquiera pensaría que soy un zombie por mi apariencia.

Limpio la sangre que alcanzó a llegar a mis ojos.

—Adam— llamo sin conseguir respuesta alguna—, Pau, Miguel... ¿alguien?.

—Yo estoy bastante bien— la voz de Ricardo me alertó.

Su semblante figura se veía afectada por su cojera y sangre, cortes habían roto su ropa. Su traje de tres prendas, chaqueta, chaleco y pantalón estaba arruinado por completo y el color blanco que tenía estaba desapareciendo gracias a la carmesí sangre que salía cada vez menos.

—¿Dónde están los demás?— pregunté alejándome de los cristales.

—La dragona no debió caer demasiado lejos de aquí, pero no sé dónde cayeron los otros dos.

—¿Qué sucedió?.

—Lucifer sabía que intentábamos salir de aquí, usó a sus hermanos para detenernos. Los que conservaron sus alas, por lo menos.

Los primeros ángeles caídos, los primeros ángeles en general.

—Estamos en el Castillo de los Caídos, aquí se alojan todos los demonios, caídos y el mismísimo Lucifer. Debo encontrar a Pau y sacarlos de aquí.

—¿Qué? ¡no, no nos iremos sin Adam!— repliqué con gran furia. Él es el único que no tenía razones para venir aquí y ahora estaba decidiendo dejarlo.

—El esclavo sabía que esto podría pasar, me pidió que los sacara a ustedes de aquí.

Gritos nos alertaron, escuchamos la garganta de alguien rasgarse y nos erizó. Quien había gritado estaba en extremo dolor.

—Está sucediendo, está naciendo el anticristo. Debo encontrarla.

—Pero--

—Ve por tu amiga y escondanse aquí, esperen a que venga por ustedes, yo debo sacar a alguien de aquí.

Iba a replicar, pero el hombre salió corriendo ignorando todo lo que le decía. Estsba solo en un lugar que está repleto de seres indeseables y debía buscar a Pau esperando que no haya sido ella quien gritó.

¿Dónde estaba Adam cuando lo necesitas?

Miré mejor a mi alrededor encontrándome con mi verdadero paradero. Estaba un salón de bailes. Había caído por la cúpula de vidrio que parecía haber tenido una historia en ella, pero la había destrozado.

Los colores predominantes eran dorado, naranja y rojo. A diferencia de lo que pensaría de un castillo donde vivían demonios y el propio Lucifer, pero supongo que les gusta romper con el estereotipo de torturar almas por toda la eternidad por un estilo anticuado y elegante.

No soy quien para juzgar los gustos de los demonios.

Al salir por las dobles puertas me encontré con un pasillo donde habían pinturas de la Tierra, grandes llanuras, mares y granjas. Este lugar no podría ser más extraño.

Mi único plan era empezar a abrir puertas hasta encontrar a Pau, pero no fue necesario, ya que ella misma salió de una habitación a unas diez puertas de mí.

Estaba impecable, las escamas la habían protegido al contrario de Ricardo que había dejado que su piel humana sufriera todo el daño.

Su vestido blanco estaba rasgado y sostenía la puerta que intentaba abrirse a sus espaldas. Gritos de demonios estaban en el otro lado de la puerta.

—¡Terence!— gritó al verme—. Trae algo para trabar la puerta, ¡rápido!.

Miré a mi alrededor, no había mucho que agarrar, por lo que con un golpe rompí la primera mesa auxiliar que encontré y tomé uno de los pedazos. Lo llevé con ella y lo pusimos en las manijas evitando que pudieran abrir.

—Me alegro de ver una cara conocida— dice suspirando— he estado unos diez minutos entrando en habitaciones buscándote.

—Lo lamento, morí— dije rascando mi nuca con pena.

—No te preocupes, debemos encontrar a Adam y salir de aquí.

—Ricardo dice que no piensa llevarse a Adam, que el trato solo nos incluía a nosotros.

—Yo no pienso abandonarlo aquí. Lo encontraré antes de que Ricardo haga algo más.

Empezó a moverse por el pasillo y la seguí temiendo perderme en este lugar.

—T-tengo su espada— sus ojos viajaron con histeria hasta mi cadera donde estaba la espada guardada en su vaina—. Intenté devolvérsela, pero--

—Está bien, Terence, s-solo debemos encontrarlo y rápido. Este lugar está infestado de demonios y Lucifer...— negó su cabeza alejando todos sus pensamientos sobre una posible muerte del cazador—. Vamos, no perdamos tiempo.

La chica aladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora