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Jade

Era la tercera vez que me hacía crujir los dedos de la mano en el día, y ya me dolían un poco. Los nervios me carcomen viva, si mi sueño no se equivoca en menos de lo que cantaba un gallo debía de hacer que de alguna forma Theodore se encontrará con Lydia, y que a ella no le diera un ataque por creer que estaba viendo un fantasma.

El lobo estaba triste. Saber lo mal que se encontraba su familia con respecto a su muerte lo tenía muy mal, y era entendible, porque mientras él estaba aquí, jugando con su nueva mascota, comiendo bien y pasando un buen rato; su madre se la pasaba llorando en la cama, su padre parecía un zombie, y sus hermanos parecían llevarse horrible.

Había encontrado donde estaba la loba, y eso era gracias a las hadas. Se encontraba en la antigua Mansión Donato, donde ahora solo vivía Joseph, -al parecer a alguien le gusta ahogarse en malos recuerdos- ya que su hermano se había mudado a un lujoso departamento del centro. La cosa es que ella estaba junto a otros dos licántropos, que según yo eran los que habian estado a punto de descubrirlo todo.

Mi cabeza estaba a punto de echar chispas intentando encontrar la forma de generar un reencuentro en una zona neutral ¿debería de secuestrarla y hacer que Theodore vaya a su rescate? o ¿debería de mandar dos notas anónimas a un punto de encuentro X y que se llevaran una gran sorpresa?

-Me estás dando dolor de cabeza ¿podrías calmarte? El olor de tus nervios me molesta.

-Lo siento-Dije por lo bajo.

Al estar triste, intentaba ocultarlo con mal humor, lo que me intimidaba de cierta forma, ya que más de una vez me había gruñido con sus colmillos afuera y sus ojos brillantes. Me recordaba a la primera vez que lo había visto, sufriendo los cambios de la licantropía, y no deseaba volver a pasar por eso.

-Desde que hablaste con la Diosa Luna estas hecha un manojo de nervios ¿podrias decirme que es lo que ella te dijo para ponerte así?- Theodore había dejado su desayuno a medias, algo raro en él, ya que se comía hasta las piedras con su apetito lobuno.

Lo miré, e inmediatamente me sentí muy mal por él. Su pelo estaba enmarañado y sucio, tenía una lagaña en su ojo izquierdo, y unas horribles ojeras. Me sorprendia que pudiera verse tan mal para ser un licántropo, además era la primera vez que veía ojeras en una especie sobrenatural ¿No es que siempre están frescos como una lechuga?

-Te lo diré, si y solo si, te das una muy buena ducha. Te ves tan horrible como un trol, y casi hueles como uno.

Con esa frase Theodore pareció recapacitar en su aspecto, y se dirigió al baño. Agradeci que fuera un recién convertido, ya que los trolls no existen, pero él no tenía que saberlo... aunque si fueran reales, definitivamente olerían como él.

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Una vez que terminó con su eterna ducha, y salió vestido y con perfume, no pude evitar sonreír. Realmente se veía bien, hasta de una forma atractiva.

-¿Me lo dirás ahora?-Podía ver la ansiedad en sus ojos.

Los nervios me invadieron de nuevo, por lo que intente mantenerlos a raya. Tome asiento en una de las destartaladas sillas del salón, justo a su lado y lo mire fijamente a los ojos.

-Esto que voy a decir no es fácil, y no puedes tomarlo a la ligera Theodore. Lo que tengo que quiero decir es que...-Me interrumpio.

-No es que estés enamorada de mi y la Diosa Luna te concedió mi amor, o algo así ¿verdad?-Lo golpee en el hombro- No me golpees, podría ser una opción.

-No es eso, idiota.- Lo mire molesta- La Diosa me comunicó que ya puedes ver a Lydia, decirle a los demás que estás vivo pero debes de hacerme caso en cómo hacerlo, son pautas muy delicadas a seguir ...¿me estás escuchando?

Mi LobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora