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Lydia

Llevaba un buen rato caminando, y por poco no me golpeó cuando note que no llevaba nada para beber, o para cambiarme, en caso de tener que transformarme. El salir enojada fue contraproducente, es que, no soporte que me mintiera en la cara. Ahora estaba en potencial peligro, teniendo que evitar a licántropos y vampiros renegados, junto a los híbridos de ojos lilas. Estúpida.

El espíritu salvaje que habita en mí, llevaba un buen rato en silencio, y lo agradecía, no tenía ganas de lidiar con otra voz parlanchina, salvo la mía. Ya había pasado el claro donde Theo había muerto y me dirigía hacia donde nos habíamos re encontrado pero, el pequeño foco de mi cerebro llamado Atenea, hizo que me detuviera.

-"¿Recuerdas como terminamos en el otro claro?"

-"Si, escuche un ruido y comencé a seguirlo. El ruido termino siendo Theo"-Conteste, no entendía a qué quería llegar.

-"Podrías buscar las marcas de las pisadas de él, y quizás, así sabríamos dónde se ocultaba"

Tenía ciertas dudas acerca del plan, ya que dudaba que fuera a funcionar pero era lo único que tenía. Había pasado tiempo desde ese día, por lo que el rastro ya estaría algo borrado pero no quería perder las esperanzas.

Volví sobre mis pisadas hasta el claro de la muerte pero, antes de poder ponerme a rastrear, Atenea volvió a hablarme.

-"Acabo de recordar algo... Theo sabía que Joseph te beso, o sea, los vio. Hay que empezar desde ahí"-Asentí, gracias a la Diosa, ella si contaba con buena memoria.

Busque ese lugar en cuestión, estaba cerca de la casa del vampiro aunque más lejos de lo que recordaba. Una vez allí observe todo el lugar, me pare dónde más o menos recordaba donde había estado parada ese día. Como ese caminito estaba rodeado de arbustos salvajes, supuse que él se había ocultado detrás de alguno de ellos, deje una piedra en el sitio para tenerlo como referencia y comencé a mirar detrás de los arbustos.

Me sentía algo tonta, corriendo ramas para buscar huellas, con la cabeza apuntando hacia abajo, intentando encontrar algún olor o algo. No quería darme por vencida tan rápido pero, no había olor de nadie más que él del vampiro y mío, y ya comenzaba a estar algo difuso. Agradecía tener un olfato sobrenatural, ya que, este es mucho mejor que el de un perro común, ellos pueden sentir el olor hasta tres días después.

Mire mi pie, al lado de este, una huella de zapato. Fruncí el ceño, mire sobre mi espalda las huellas que había dejado yo al caminar y note que no eran tan visibles, como la que estaba justo al lado mío. Me agache y la observe mejor, era una huella vieja ya que la ocultaban algunas hojas y ramitas, mis ojos vagaron hasta otra huella, esta vez canina; con mucho cuidado me ubique a la altura de esa huella y observe hacia el caminito, la piedra que había dejado ocupando mi lugar, se veía con bastante claridad.

Estaba frente a las huellas de Theodore-de eso estaba un 70% segura- y las de una persona desconocida, asumía que los dos seres habían estado escondidos entre los arbustos cuando todo había sucedido ¿por qué no los había olido? Decidí que buscaría la respuesta a eso después, y comencé a seguir las huellas del licántropo que extrañamente estaban acompañadas por las humanas. Note que esa persona sabia caminar siendo sigilosa, no tanto como un sobrenatural pero, sabía cómo mantenerse fuera del radar de uno de nosotros.

Camine unos ocho kilómetros, la casa del vampiro ahora se encontraba a unos quince kilómetros de distancia, frente a mí, más huellas de licántropo habían aparecido pero estas venían desde otro sitio, lo que me llamaba la atención de las nuevas huellas era que en un parte del terreno se volvían frenéticas, como si huyeran de algo... tal vez Theo u el humano habían asustado a los lobos curiosos. Note unas cuantas plantas de flores secas, con la llegada del invierno tan cerca, eso era algo normal, por lo que no les preste atención, por eso y porque ante mis ojos una cabaña demasiado destartalada se camuflaba con la vegetación.

Mi LobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora